El próximo viernes habrá una delicada cumbre en París con todos los prominentes disidentes y exiliados iraníes que viven en el extranjero. Violaciones del derecho internacional humanitario, el silencio de los gobiernos y la razón de Estado en Irán y la zona de Oriente Medio: todas las cuestiones internacionales que Occidente debe abordar con suma urgencia, mientras que el espectro de la bomba atómica fabricada en Teherán está cada vez más cerca y aumenta la violación de los derechos humanos en este contexto geográfico.
La cuestión iraní no debe ser subestimada por la política occidental. Es realmente preocupante y francamente intolerable lo que ha sucedido en Irak, en particular, desde hace un año contra los miembros de la Organización Muyahidín del Pueblo de Irán. Un nombre aún muy poco conocido en América Latina, pero hay que recordar lo que son y lo que representan estos opositores extenuantes de la teocracia chiíta.
Desde mediados de los años sesenta, los muyahidín habían sido cruelmente perseguidos por la policía secreta del Shah, porque querían el derrocamiento de la dinastía totalitaria, violenta y corrupta, mientras la gente pedía un giro drástico a la democracia, a la libertad individual y a la justicia social. Así como el Sha, Jomeini y también Kamenei siempre han visto a los muyahidín como un peligro mortal para el régimen, sobre todo porque estos promovieron durante los años ochenta las acciones militares contra los ayatollahs.
Los muyahidín han marcado varios puntos a su favor. Ellos obtuvieron la condición de personas protegidas por las Naciones Unidas, ganaron reclamos presentados por ellos en Europa y Estados Unidos para protestar en contra de su inclusión en la lista de organizaciones terroristas y algunos centenares de disidentes fueron recibidos en los países occidentales. Recordemos que los muyahidines fueron horriblemente masacrados el 15 septiembre del año pasado en el campo de Ashraf por las milicias chiítas, bajo la mirada distraída del gobierno iraquí. Muchos fueron torturados y asesinados en las cárceles iraníes, o asesinados por sicarios en el exterior guiados por Irán. La prensa mundial no se hizo eco. Es como si los grandes temas de los derechos humanos solo son importantes cuando venden, como si el silencio sobre los crímenes en un país beneficiaría nuestro negocio en un mercado determinado.
El 19 de mayo, diez presos de la cárcel de Karaj Gohardasht fueron condenados a la horca. Los detenidos fueron sacados de sus secciones el día anterior con la excusa de tener que ser llevados al hospital o a la Corte pero la realidad es que fueron asesinados. El día anterior, otra decena de reclusos fueron ejecutados en la prisión de Kerman. Por lo tanto, el número de ejecuciones registradas sólo del 21 de abril hasta la fecha ha llegado a 113. La Secretaría del Consejo Nacional de Resistencia de Irán dijo que la inacción de la comunidad internacional, en particular del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, frente a las ejecuciones que crecen día a día en Irán marcan un récord sin precedentes de la indiferencia. La resistencia iraní pide a todos los organismos internacionales y organizaciones de derechos humanos tomar medidas urgentes y eficaces para salvar las vidas de muchos presos políticos. A principios de junio, después de doce años de continuas torturas, fue ahorcado Gholamreza Khosravi. La situación de los derechos humanos en Irán es tan dramática que incluso el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, siempre muy cauto en el trato con los temas críticos de alto impacto político en el interior de un país miembro de la ONU, habló con dureza.
Yo no comprendo por qué algunos líderes sudamericanos que juegan a ser paladines de los Derechos Humanos no pueden hacer frente a cuestiones como éstas con Teherán, al menos, en términos similares a los utilizados por Ban Ki-moon, quien señaló en el último informe al Consejo de Derechos Humanos en este campo que las promesas hechas por Hossan Rohani al comienzo de su presidencia han fracasado estrepitosamente. Setecientas personas han sido ejecutadas desde que el nuevo presidente asumió el cargo. Un número de ejecuciones nunca antes visto, a una tasa de al menos cien por mes, lo que ofrece a Irán una primacía absoluta terrible entre los países que siguen aplicando la pena de muerte con respecto a la relación entre población y número de ejecuciones.
El Secretario General de la ONU también se centró en otras violaciones graves de las normas internacionales que protegen los derechos humanos iraníes: amputaciones, torturas, palizas, detenciones arbitrarias, juicios sumarios, intimidación a activistas políticos, sindicalistas y periodistas. Desde el acto de su nombramiento hace tres años, el Representante Especial de la ONU para los Derechos Humanos ha pedido en repetidas ocasiones, pero sin éxito alguno, visitar Irán. Durante nueve años, ningún experto de la ONU ha sido capaz de mantener con Teherán un diálogo para discutir desapariciones extrajudiciales, ejecuciones sumarias, la libertad religiosa, la discriminación contra las mujeres y las minorías.
Si creemos que puede haber un futuro pluralista y democrático en Irán, las fuerzas políticas que luchan por el futuro deben ser protegidas específicamente por la comunidad internacional. Tratados y Convenciones de Derechos Humanos se han firmado y ratificado por Irán, pero son violados de forma rutinaria. Exigir el cumplimiento es un aspecto esencial para la credibilidad de Occidente. El horror de la represión en contra de la Ola Verde en 2009, las imágenes de Neda asesinado mientras se manifestaban pacíficamente, nunca deben repetirse.
La amenaza nuclear
Los problemas relacionados con la energía nuclear de Irán están a menudo en el centro de las noticias internacionales. A veces parece un peligro inminente, y en la mayoría de los casos parece ser relegado a una noticia de política exterior. Israel y Arabia Saudita son las únicas naciones seriamente preocupadas ya que son las únicas que se sienten amenazadas en forma explícita. El Mi-6 británico declaró que Irán habría alcanzado el hito de su primera bomba atómica en 2014. Tras el cambio de gobierno en Irán, ¿cuál es la situación actual?
Las Naciones Unidas, expertas en dilatar, hace once años que se preguntas sobre el propósito del programa nuclear de Irán. Si después de tanto tiempo no tuvieron ninguna respuesta, el veredicto debería ser evidente. Hasta la elección de Rouhani, las resoluciones del Consejo de Seguridad y las inspecciones y decisiones del OIEA han creado retrasos y obstáculos a aquellas partes del programa nuclear que son muy propensos a fines militares. Las sanciones petroleras se lanzaron hace cuatro años junto con una serie de otras medidas para penalizar la economía de Irán, y este fue el principal motivo del regreso del régimen teocrático a la mesa de negociaciones.
Irán sufre de inflación, desempleo y alta tasa de pobreza. Una ulterior caída de las inversiones extranjeras, como viene pasando en los últimos quince años, llevaría al caos y es el gran temor de los gobernantes actuales. Pero Teherán tercamente ha continuado su programa de enriquecimiento de uranio y la fabricación de plutonio, que es la segunda manera de hacer la bomba. Un país que aspira a la capacidad nuclear no necesariamente tiene la disponibilidad de bombas de material montado. Lo que importa es la capacidad de proceso o la cantidad de uranio enriquecido disponible, los sistemas de encendido, los modelos de ordenador que pueden reemplazar a las pruebas reales, siempre suponiendo que como sugieren algunos observadores las pruebas iraníes se hacen en otros lugares, como en Corea del Norte, un país atado de la mano con Irán en la cooperación nuclear y de misiles.
Si los iraníes obtienen de las negociaciones con el 5+1 permiso para mantener en funcionamiento constante de 20 o 30 mil centrífugas de última generación, y los reactores de investigación en Arak, el umbral nuclear está prácticamente alcanzado. El arma necesitaría un par de semanas para estar lista para su uso, y no mucho más tiempo sería necesario para armar los misiles ya existentes y probados. En la mesa de negociaciones -seamos realistas-, Irán se encuentra en una posición muy ventajosa. En primer lugar, porque está claro que Estados Unidos y los europeos tienen necesidad de negociar políticamente un resultado positivo. La alternativa de un ataque militar, en teoría, siempre está sobre la mesa, pero por el momento no es creíble, menos aún después de las muchas líneas rojas cruzadas por Assad con el uso de su arsenal químico. Obama tiene que acreditar un éxito de su política exterior. En segundo lugar, el grupo de los 5+1 podría tener la tentación de aceptar una alta capacidad para el enriquecimiento de Irán si el sistema de verificación se fortalece. Pero la eficacia de los controles depende de las contingencias del momento, por ejemplo, los inspectores podrán ser retirados en tiempos de crisis, mientras que las centrífugas son elementos estructurales del programa que una vez activado no se pueden desactivar.
La tercer ventaja es el sistema iraní de las sanciones. Se plantearon tantas expectativas en las negociaciones con Irán que comenzó a hacer ruido por todos lados. La presión de los intereses económicos, especialmente la energía, es realmente enorme. Si la negociación falla, ¿es realista pensar que las sanciones más agravadas hagan desistir a Irán de su programa nuclear? Lo más probable es que aparezca como un objeto contundente que no impresiona mucho ahora a Irán. Teherán hoy día tiene otra prioridad: el regimen persa está suministrando a Assad, al menos desde la segunda mitad de 2012 con ayuda militar, económica y política.
Irán ha asistido constantemente a Damasco, como lo está haciendo ahora con Bagdad para la represión inmediata y severa de cualquier forma de oposición y de disidencia. La verdad es que la mal llamada “primavera árabe” ha sido una gran preocupación para el régimen iraní. Para el Ayathollah era y sigue siendo una preocupación la idea que, en los dos otros países hermanos chiítas, se cree un proceso de reforma que dé lugar a gobiernos menos autoritarios e incluya a miembros de la sociedad no exclusivamente chiíta en Irak o Siria.
Durante dos años, la presencia militar iraní en Siria, con cientos de directores y funcionarios de la IRGC -Pasdaran- y varios miles de libaneses de Hezbollah, las milicias chiítas bien entrenadas y directamente apoyadas por Irán, han sido el factor principal del fracaso de la coalición de la oposición iraní. Assad fue capaz de ponerse al día y permanecer en el poder, sin poder recuperar el control de todo el país. De hecho, como se esperaba, la vacilación en el apoyo occidental en 2011 y en 2012 a las fuerzas de la oposición y el interés de Assad a radicalizar el conflicto, desafortunadamente ha dado un gran impulso al islamista Al Nousra, Isis y otras formaciones yihadistas que están arraigadas incluso en las áreas sunitas de Irak. Los miembros del partido Baath conservan importantes raíces culturales y sociales en las regiones ahora controladas por los ex miembros de la Guardia Republicana de Saddam. La confrontación directa entre chiítas y sunitas iraquíes ahora puede representar una segunda oportunidad para Teherán de afirmar su supremacía regional después del derrocamiento de Saddam Hussein.