Políticos, ciudadanos, encuestadores o analistas, nadie puede decir que la elección porteña era previsible por una simple razón: el principal protagonista de la política argentina desde hace doce años no estaba en las urnas.
No había en la historia cercana ejemplos para transpolar. Para entender qué podía pasar el domingo había que mirar al futuro más que hurgar en el pasado. Y si bien el futuro es impredecible, el domingo al menos pudimos vivirlo por un rato.
Los porteños nos llevaron a pasear por el futuro.
Una campaña con más proyectos que prejuicios, con dos candidatos respetuosos y preparados, y una muestra cabal de que hay política y vida después del populismo; sin dramatismos, con altas cuotas de racionalidad y bajos valores de personalismo.
Más allá de la elección en sí, los porteños ganaron el domingo. Ganaron con ECO y Martín Lousteau en tres sentidos. Continuar leyendo