“La pobreza del mundo es un escándalo. En un mundo donde hay tantas riquezas, tantos recursos para dar de comer a todos, es imposible entender que haya tantos niños que pasan hambre, tantos niños sin educación, tantos pobres. La pobreza hoy es un grito”. Estas palabras decía el Papa Francisco en un diálogo espontáneo ocurrido durante el encuentro con jóvenes de escuelas jesuitas en junio de 2013. Este grito que es la pobreza sacude al mundo entero y también a nuestra Patria.
Duele el alma, revuelve las tripas, enterarse de la existencia de niños desnutridos y que mueren a causa de enfermedades ligadas a la desnutrición, que en definitiva es la consecuencia más fatal de la pobreza. No debemos mentirnos: los pobres se mueren antes de tiempo.
En ese sentido debe entenderse la opción preferencial (no exclusiva ni excluyente) por los pobres que explicitaron los obispos latinoamericanos hace ya algunas décadas en varios de sus documentos. América Latina es un continente de grandes desigualdades sociales con una población mayoritariamente cristiana y pobre. Y la Argentina es parte de esa situación. Ante la pobreza social y económica, la opción por los pobres será trabajar para que dejen de serlo. Trabajar para que nadie viva en condiciones infrahumanas, para que nadie se muera antes de tiempo. Continuar leyendo