El histórico advenimiento de un Papa argentino

El ejercicio de pensar la historia ayuda a vivir. El mero transcurrir del tiempo no configura historia sino que es la reflexión, ese cierto volverse espejadamente sobre sí, lo que transforma el tiempo en historia.

La crisis del mundo es global. Abarca todos los rincones de la tierra.

La crisis del mundo es integral. Abarca todos los temas que incumben a la sociedad.

La crisis del mundo es humana. Una crisis que afecta a todo el hombre y de alguna manera a todos los hombres.

En una de las crisis más profundas de la historia de la Iglesia Católica (o al menos la más conocida globalmente en tiempo real por la inmediatez de la comunicación) irrumpe el acontecimiento histórico del papado de Jorge Bergoglio. 

Francisco y Francisco

Hasta hace dos años en la Iglesia hablar de Francisco era inequívocamente pensar en el Santo de Asís. El hombre que desde la pobreza, el amor y la fe, sintió el impulso de transformar la Iglesia para hacerla menos poderosa y más fiel al mensaje del Evangelio. No lo logró.

Su figura fue y es un gigantesco llamado al origen del cristianismo; su mensaje fue y es admirado y comprendido por todos como genuinamente cristiano –de lo más cristiano que se haya conocido-; su legado fue y es abrazado por millones de creyentes que encuentran en ese modo simple y pobre de vivir el mejor camino para seguir los pasos de Jesús de Nazareth. Pero la Iglesia como institución siguió siendo más una estructura de poder que una comunidad mística movida por la espontaneidad del Evangelio. A los fines prácticos una mirada cínica podría decir que Francisco de Asís fracasó. Quizás la Sevilla del Gran Inquisidor de Dostoievsky haya sido en realidad Asís. O Roma. Pero la semilla quedó impregnada para siempre en el deseo de la Iglesia. La semilla de una iglesia pobre para los pobres, de una Iglesia más genuinamente cristiana.

Ocho siglos después (¡ocho!) un Papa elige ese nombre. La reforma de Francisco de Asís quiere pasar de la mística a la estructura institucional. 

Hay muchas razones que podrían explicar el impacto profundo que produce el Papa Bergoglio en la Iglesia y en el mundo, pero creo que el factor determinante que hace que todo sea posible es un anciano intelectual llamado Joseph Ratzinger.

Ratiznger proclamó la necesidad de una “hermenéutica de la reforma” en la Iglesia ya desde su primer discurso a la Curia Romana el 22 de diciembre de 2005. Bergoglio asume ese mensaje y lo traduce a comunicación gráfica, gestual y hasta incluso en gestión de gobierno de la Iglesia. Pero el gesto disruptivo de la renuncia al papado es la primera gran reforma en la estructura eclesial.

A los dos años del inicio del pontificado de Bergoglio se intuyen en sus palabras y gestos el deseo de una Iglesia más lúcida en sus estructuras y en sus formas. Un deseo que vive desde los inicios en el corazón de la Iglesia: anunciar al mundo el mensaje de amor universal de Jesús de Nazareth. En sus gestos y enseñanzas, el Papa Francisco le dice al mundo que Dios es bueno y quiere abrazar a todos. Y le enseña a la Iglesia que esa “impostergable renovación eclesial”  tiene un fin: volverse una Iglesia en salida, es decir llena de amor hacia todos los hombres y con una mejor capacidad de comunicarles su mensaje de fe. La iglesia no debe estar enemistada con el mundo sino que debe amarlo y anunciarle el amor de Dios manifestado en Jesús. No se puede hablar de amor sin amor. 

Dos años de Francisco. Dos años de viajes, gestos, fotos, palabras, metáforas, mensajes que interpelan y desinstalan. Dos años de admiración y de resistencias. Creo que hoy el desafío es mirar el norte que él nos indica más que la mano papal cuyo dedo señala el rumbo. El horizonte al que Francisco nos invita es en definitiva la vida y las enseñanzas de Jesús de Nazareth, que vivió pobre entre los pobres con la vida siempre abierta a los otros y al Padre del cielo.

El fracaso real sería sólo admirar al Papa y aplaudirlo. El desafío de la Iglesia sigue siendo animarse más aún a renunciar a toda forma de poder y de autoritarismo que nos aleje del mundo y del Evangelio de Jesús.

Todavía hay mucho por hacer en este sentido.

Misa Criolla y Virgen de Guadalupe en El Vaticano: América Latina al rescate espiritual de Occidente

La Misa Criolla y la fiesta de la Virgen de Guadalupe en el Vaticano, América Latina en el centro de la escena. América Latina: su cultura, su historia y su fe.

El día 12 de diciembre, la Iglesia Católica celebra la fiesta religiosa latinoamericana por excelencia: la Virgen de Guadalupe. El acontecimiento guadalupano es una estupenda síntesis histórica, social, cultural y teológica del encuentro entre los pueblos originarios de América y la fe cristiana, ocurrido hace más de quinientos años. En Guadalupe se percibe el deseo y la posibilidad real de mostrar cómo se puede asumir lo esencial del mensaje cristiano aún sin el ropaje propio de la cultura europea desde la cual llegó en el siglo XVI a estas tierras.

Ya en el siglo XX, a mediados de los años 60, la Iglesia se debatía en el Concilio Vaticano II en la búsqueda de la reforma y renovación que necesitaba para “aggiornarse” a los tiempos actuales. En Argentina, mientras tanto, Ariel Ramírez presentaba su “Misa Criolla”, una obra musical que sigue los textos litúrgicos que se rezan en la Misa con ritmos musicales folclóricos argentinos. El arte logró interpretar y expresar la profundidad de la búsqueda y el deseo del Concilio. Continuar leyendo

Francisco en Tierra Santa: volver a las fuentes de la fe

Cuando el 13 de marzo de 2013 Jorge Bergoglio salió al balcón de San Pedro y se presentó como Francisco, buena parte del mundo entendió en su nombre una propuesta programática para la Iglesia de estos tiempos.

Quizás el viaje a Tierra Santa que el Papa está realizando en estos días sea uno de los gestos más elocuentes de su pontificado, un viaje que en sí mismo dice tanto o más que todos los discursos que se pronuncien en él.

Podemos delinear algunos ejes que nos provocan pensarlo de esa manera:

  • Según nuestra fe cristiana, Tierra Santa es el lugar donde Dios nos “primereó y nos salió al encuentro haciéndose uno de nosotros, “como un hombre cualquiera” dirá San Pablo en la Biblia. El viaje del Papa a los lugares santos es recordar nuevamente nuestra convicción de que Dios siempre da el primer paso.
  • Viajar a Tierra Santa representa también el deseo de volver a las fuentes de la fe, volver a transitar los caminos pobres que recorrió Cristo, y donde empezaron a seguirlo Pedro y los demás discípulos. Volver también al inicio -a la vez pobre y sobrenatural- del cristianismo. El Papa quiere mostrarnos que siempre es necesario volver a los orígenes de la fe cristiana, pero lo es especialmente en estos tiempos de renovación y de reforma de la Iglesia.
  • El encuentro del Papa Francisco con el Patriarca de Constantinopla Bartolomé I, conmemora el primer acercamiento entre Pablo VI y Atenágoras, hace cincuenta años en Jerusalén. Aquel encuentro culminó con el levantamiento de mutuas excomuniones y condenas entre ambas iglesias.
    Esta vez Francisco y Bartolomé I rezarán juntos en el Santo Sepulcro, un hecho totalmente inédito y de suma importancia histórica, que constituye un elocuente gesto de unidad entre diversas confesiones cristianas en el exacto lugar donde Cristo resucitó.
    Además, más allá del cristianismo, el Papa también tendrá encuentros con líderes judíos y musulmanes, israelíes y palestinos. Expresando el deseo de la Iglesia de “que la gran variedad de testimonios religiosos en esa región traiga como fruto un creciente respeto y entendimiento mutuo.” (Benedicto XVI)
  • Algunos días antes de viajar, el Papa decía que iría a Tierra Santa a “rezar por la paz en aquella tierra que sufre tanto”. Este viaje es un grito de paz para Medio Oriente y para todo el mundo. El nombre de Francisco evoca la paz y por eso también el Papa peregrina hasta esta región convulsionada por la violencia y los desencuentros: para rezar por la paz. El Papa quiere decirnos que la paz empieza cuando se reza por ella, cuando se fija la mirada y el corazón en Dios.

La primacía de la gracia, la vuelta a las fuentes de la fe como criterio para la reforma de la Iglesia, el trabajo por la unidad de los cristianos y la búsqueda de la paz entre los pueblos y las religiones, son los ejes de este viaje histórico de Francisco a Tierra Santa.

Ojalá sigamos creyendo que todo esto es posible y que el mundo, como dice frecuentemente el Papa, no se deje robar la esperanza.