En la Biblia se cuenta que al rey Salomón, a quien le tocó iniciar su gobierno siendo aún muy joven, Dios le concedió un deseo el día de su entronización: “Pídeme lo que quieras”. El joven y nuevo rey le pidió entonces a Dios: “Un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal” (1 R 3,9). Allí la Biblia quiere mostrarnos cómo entiende el rol de la política y del gobierno: debe ser sobre todo un compromiso con la justicia para crear así las condiciones básicas para la paz.
Los argentinos hemos elegido un nuevo presidente; la mayoría de los votantes de nuestro país decidió delegar en el ingeniero Mauricio Macri la tarea de gobernar la Argentina, después de doce años de gobierno kirchnerista.
En los festejos de Costa Salguero se sentía la alegría por la culminación de un arduo trabajo de campaña electoral y también una satisfacción por el trabajo cumplido. Pero aún en medio de la alegría del festejo, es oportuno recordar que la política en general y el gobierno en particular tienen la misión de promover la justicia, el desarrollo integral de los ciudadanos, y las condiciones necesarias para la paz social. Eso constituye su principal responsabilidad.
El nuevo gobierno tiene importantes desafíos que seguramente hayan sido muy estudiados y pensados para realizar en políticas concretas ya desde el inicio mismo de gestión: la capacidad adquisitiva de la gente, el enorme gasto público, el conflicto con los holdouts, el estado de las reservas del BCRA y la política cambiaria, por sólo citar algunos. Pero quizás el desafío más importante al que se enfrenta es promover esa necesaria transformación cultural sin la cual el tejido social corre el riesgo de debilitarse e incluso disolverse. Continuar leyendo