Promediaba el segundo mandato del Presidente George W. Bush, y su gobierno, caracterizado por tener más que estrechas relaciones con Israel, entraba en un áspero debate con el gobierno hebreo. El motivo: la exigencia de Washington de elecciones libres e inmediatas en los Territorios Palestinos y en especial en la Franja de Gaza. A los pocos meses, el resultado fue la victoria electoral de la organización Hamas, grupo sunita fundamentalista pero aun así con estrechas relaciones con el régimen chiíta de Irán y con la Siria de Al Assad. El mismo, firme aliado de los persas y de Hezbollah en el Líbano.
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¿Una nueva versión del triángulo de Kissinger?
Los manuales básicos del pensamiento realista de las relaciones internacionales, desde Tucidides en su obra “La Guerra del Peloponeso” de 2500 años atrás a las reflexiones del aun vigente Henry Kissinger en sus apariciones por grandes cadenas de noticias contemporáneas, siempre enfatizan en la necesidad de no creer en la existencia de enemigos ni aliados permanentes en la anárquica política internacional. Tucidides lo entendió más que bien. Solo medio siglo antes de sus escritos, su amada Atenas peleaba espalda con espalda con Esparta contra el Imperio Persa -para estar en sintonia con la era del “homo videns” cómo nos dice Giovanni Sartori, ver la película “300″-, pasando a ser los espartanos enemigos existenciales junto los persas del poder ateniense.
El propio Kissinger no dudó en 1972 en jugar la “carta China” y comenzar a establecer un vínculo diplomático y de diálogo estratégico con el ya anciano Mao y su régimen más ortodoxamente comunista y impermeable a Occidente que la temida URSS. El famoso “triángulo Kissinger” tomaba forma: EEUU se llevaba “mal” y ya no “pésimo” con Moscú y “regular” con Pekín. En tanto, los sucesores de Lenin y Stalin en Rusia tenían una “muy mala” vinculación con los chinos. En otras palabras, el vértice más fuerte era Washington.
Este sobrevuelo sobre la historia nos lleva a otro caso paradigmático con lo que podríamos llamar -los próximos meses lo dirán- “la carta irani” de Obama. La escalada de la guerra civil en Siria y la ofensiva de las milicias fundamentalistas sunnitas ISIS en el norte y centro de Irak (ver el reciente artículo “El hijo rebelde de Bin Laden conmociona el Medio Oriente“) abre la necesidad de un mayor espacio de diálogo y negociación entre Washington y Teherán. De hecho, en pocos años los medios especializados han pasado de analizar escenarios de eventuales ataques americanos sobre territorio iraní para neutralizar su programa nuclear a debatir si hay espacio para cierto accionar conjunto de ambos contra el ISIS. Cuestiones todas que no dejan de molestar sobremanera a un histórico aliado de los EEUU en la región como son los sauditas, referentes religiosos, políticos y económicos de la mayoría sunni en el Islam.
A partir de los ataques terrorista en setiembre del 2011 de Al Qaeda, la rama extremista de los fundamentalistas sunnita, amplios círculos del establishment de seguridad de Washington se comenzaron a preguntar si el foco de atención a mediano y largo plazo de la seguridad nacional americana en Medio Oriente no debía pasar más por controlar esa hidra del integrismo con epicentro en los ricos países del Golfo Pérsico, Egipto y Yemen más que en países shiitas no árabes cómo Irán. El ejemplo más notable de ello fue sin duda el derrocamiento de la dictadura sunnita laica de Sadam Hussein en Irak en el 2003 de la mano de la intervención americana. El aliento dado por la administración Obama a la “primavera árabe” -es decir, no respaldar hasta las últimas consecuencias a las dictaduras laicas en diversos países de la región- buscó dejar aflorar procesos electorales más democráticos y canalizar la furia y frustraciones de la población.
Más allá de la delicada cuestión geopolítica en Siria, Líbano e Irak, el asunto más delicado que se viene desarrollando en esa región del mundo para la política internacional es la temática nuclear en Irán y su eventual acceso a cabezas atómicas de uso militar. Desde la invasión de los EEUU a Irak, la teocracia persa procedió a dispersar y esconder en todo lo posible su programa nuclear dual, o sea, para uso civil y militar. Con la asistencia rusa, el régimen iranó procedió a reactivar la construcción de la central de generación de energía Atómica de Bushehr, que había sido iniciada en los años 70 por el derrocado Sha con la contratación de empresas de la entonces Alemania Occidental. Asimismo, avanzó decididamente en la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz. Su montaje en un lugar visible aun generaba suspicacias por las trabas a su inspección y dudas sobre algún tipo de manipulación en sus centrifugadoras empleadas para llevar el uranio del 0 al 5 y 20 por ciento empleado para generación de energía eléctrica.
En este clima de amenazas cruzadas entre el eje EEUU e Israel versus Irán, a fines de la década pasada las sospechas y la tensión se acentuó sobremanera con el descubrimiento de una sorprendente, propia de una película de James Bond, planta de enriquecimiento en Fordow. Una instalación secreta cavada en las entrañas de montañas de granito y fuertemente protegida. Las centrifugadoras allí instaladas no estaban ni registradas ni supervisadas por la comunidad internacional por medio de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Como si esto no fuese suficiente, pocos años después los ojos de las potencias occidentales se orientarán también a desentrañar el rol de la instalación militar en Parchin, donde según versiones se habrían desarrollado pruebas con detonadores múltiples y especiales para viabilizar la activación de una eventual carga de uranio enriquecida a grado militar o de plutonio. Imponentes obras de remoción de tierra y otros tareas desarrolladas por el régimen irani en la zona de Parchin, buscaron según los especialistas, dificultar inspecciones de la comunidad internacional.
A mediados de junio de este año, los EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania comenzaron una decisiva ronda de conversaciones con Teherán con vistas a avanzar y darle consistencia a ciertos principios de acuerdo que se dieron en noviembre del 2013. La fecha supuestamente límite para alcanzar el acercamiento entre las posturas antagónicas sería el 20 del mes próximo, si bien se estima que se extendería varios meses más en el mejor de los casos. Mas allá del cambio de gobierno en Irán y la llegada de un presidente considerado más reformista y moderado, pero reconocido como un hábil y duro negociador, lo central cuando se trata del gobierno de Irán post revolución de 1979 son las continuidades más que los cambios.
En ese sentido, el verdadero poder, o sea el líder espiritual, Ali Khamenei, ha marcado una línea roja: su país no se resignará a no tener la capacidad de enriquecer el uranio al menos del 20 porciento. Eso dista de ser utilizable para hacer un explosivo atómico pero también es cierto que llegar a ese nivel es tener tecnológicamente el terreno despejado para arribar sin mayores dificultades al sensible 90 porciento. En otras palabras, lo más complejo es ir del 0 al 20 y no del 20 al 90. Nada muy diferente a lo que busca Brasil o ya tienen Alemania y Japón. Países todos ellos que renuncian en sus políticas, al menos en el futuro previsible, a dotarse de un arsenal de bombas nucleares. Los negociadores occidentales, y con Israel siempre más que atento, buscan que Teherán se límite a poseer capacidades para llegar al 5 por ciento. Mas que suficiente para hacer funcionar centrales atómicas para generación de energía.
En ese tira y afloje se desarrollarán las próximas semanas. Rusia, siempre interesada el limitar y condicionar el poder americano en su zona de influencia, tampoco tiene el mínimo interés que los descendientes del Imperio persa cuenten con un armamento no convencional de esta relevancia. Por su parte, la rica y sunnita Arabia Saudita viene impulsando un imponente proyecto nuclear que en las próxima dos décadas comprometerá más de 100 mil millones de dolares. Por el momento solamente orientado al uso pacífico y destinada a reducir el uso de petróleo, más de 1.5 millones de barriles diarios o sea más de 150 millones, para mover sus grandes plantas de potabilizacion de agua salada a agua de consumo humano y de riego. Pero al mismo tiempo, enviando un mensaje claro: si las grandes potencias no le ponen una barrera clara a las aspiraciones nuclear-militares de los shiitas iraníes, Ryad no dudará en balancearlo con sus propias cabezas y vectores. No casualmente, por primera vez en el masivo desfile de las fuerzas militares sauditas de este año se pudo ver el paso de imponentes misiles de más de 2500 km de alcance de fabricación china en condiciones de ser cargados con cabezas atómicas. Cabe recordar el fluido lazo político, religioso, militar y económico de la monarquía saudita con el único país musulmán con bombas atómicas y aliado de China, Paquistán.
Para finalizar, la guerra civil siria que afecta a Assad, el principal aliado geopolítico de Irán, la penetracion del terrorismo sunnita de Al Qaeda en el Líbano contra la milicia shiita (pro Irán y Siria) de Hezbollah y el avance del ISIS en Irak y la endeblez política que atraviesa el gobierno shiita de Bagdad son factores a considerar al momento de pensar el marco geopolítico de la negociación nuclear antes citada. La gravedad de la situación del gobierno pro iraní en Irak queda reflejada en lo parece ser el envío a organizar la defensa de Bagdad de nada más y nada menos que al militar y hombre de operaciones especiales más importante de Irán, el General Suleiman, Jefe de la fuerza Qods de los Guardianes de la Revolución.
En otras palabras, Obama tienen algunas buenas cartas para poner sobre la mesa. Washington posee intereses de seguridad nacional en juego vis a vis la amenaza de ISIS y el integrismo sunni, pero Irán se juega su existencia misma si eso se sale de control. A todo eso sumemos las eficientes sanciones económicas que las EEUU y sus aliados han articulado y que parecen tener claros efectos sobre las élites iraníes. Quizás en frente a nuestros ojos se esté dando forma a una nueva versión del “triángulo” de Kissinger, solo que esta vez no son China y la URSS sino Irán y Al Qaeda-ISIS, donde el lado fuerte de mismo, vuelve a ser Washington. El sabio pensador nacido en Alemania y que brilló con sus cargos en la administración Nixon y luego en la de Ford, siempre tuvo una debilidad por valorizar y no despreciar a los pueblos con historia milenarias.
El hijo rebelde de Bin Laden conmociona Medio Oriente
Abu Bakr Al Baghdadi es la cabeza política y religiosa del ISIS (Islamic State of Iraq and the Sham o Estado Islamico de Irak y del Levante o Siria-Libano), enfrentado con el actual líder de Al Qaeda, el egipcio Zawahiri, sucesor de Bin Laden. La revista Time lo ha definido como el hombre más peligroso del mundo. Todos los análisis e informes destacan su gran capacidad para combinar estrategia militar con recaudación de fondos. ¿A qué se debe que estemos hablando de él en esta columna? Es que su movimiento extremista gana fuerza en un sector geopolítico y petroleramente vital como lo es el triangulo que une Turquía, Siria e Irak y está poniendo en jaque equilibrios claves en el Medio Oriente.
Abu Bakr Al Baghdadi pasó parte su vida como terrorista en la frontera entre Afganistán y Pakistán acumulando éxitos en sus operaciones militares y de reclutamiento. Musulmán fundamentalista de la rama sunnita del Islam y nacido en la ciudad iraqui de Samarra, en su biografía reclama ser descendiente directo de Mahoma y haber recibido un doctorado en Estudios Islámicos en la Universidad de Bagdad así como Estudios en Historia. La invasión americana del 2003 y el caos posterior lo acercó a facciones armadas. Se afirma que estuvo detenido al menos 4 o 5 años a partir del 2005 por parte de fuerzas americanas, pero también se habla de vídeos en donde aparece en operaciones militares en el 2006.
La muerte y captura de varios líderes de Al Qaeda en el 2010 fueron despejando el camino a su ascenso. En esos momentos, parecía que la rebelión sunnita en Irak de las milicias laicas y la fundamentalista contra la presencia americana y la hegemonía política de la mayoría chiita, históricamente sojuzgada por la dictadura de Saddam Hussein, daba la expresión de estar terminando. Nada más lejos de la realidad. La violencia escalará sin cesar a partir del 2012 y se extenderá con toda su fuerza en los últimos 18 meses. Será en el 2013 cuando romperá con el liderazgo de Zawahiri en Al Qaeda para asumir el mismo la conducción de sus milicianos y terroristas disconforme con directivas de los mandos tradicionales de la red.
El ISIS ha sabido combinar tácticas y estrategias de guerra insurgente con políticas para conquistar corazones y mentes en sus dominios y terrorismo masivo en zonas controladas por los chiitas, kurdos y otros rivales. Se muestra y se deja usar como instrumento de revancha de la minoría sunnita en Irak (casi el 30 porciento) desplazada del poder luego de la invasión de los EEUU. Por ello, sectores sunnitas laicos y leales aun al régimen de Saddam no dudan en lograr acuerdos tácticos con ellos y recibe el aporte de miles de combatientes provenientes de otros países, incluyendo europeos y otros occidentales.
Un factor a considerar es que todo ello se da en pleno proceso de negociaciones entre los EEUU e Irán por el programa nuclear de uso militar y a meses de lo que se espera pueda ser un principio de acuerdo. Paradojicamente, los americanos e Irán (junto a Irak, los dos países musulmanes donde los chiitas superan en número a los sunnis) son los principales sustentos del gobierno de Bagdad. De hecho, ya se especula que de seguir avanzando la ofensiva del ISIS, el gobierno iraquí termine recibiendo más ayuda militar directa de estos dos países. De hecho, sus Fuerzas Armadas post Saddam han sido entrenadas y equipadas por el Pentágono y en menor medida por los persas. Días atrás, aviones de combate de fabricación americana tan sofisticados como el F 16 de la nueva Fuerza Aérea de Irak llevaron a cabo ataques contra objetivos del ISIS.
En momentos que los chiitas de Irán y de Hezbollah en el Líbano vienen ganando algo del terreno perdido en la guerra civil donde su aliado Assad (perteneciente a la minoría alawita, de históricos vínculos con los shiitas) intenta evitar ser derrocado por grupos armados de la amplia mayoría sunni, los sucesos en el Norte de Irak vienen a complicar el escenario de una guerra que cruza las líneas trazadas en los mapas como fronteras de países claves de la región. Todo ello condimentado por una administración Obama que parece decidida a avanzar en algunas de la recomendaciones de políticas que hiciese hace dos años su entonces secretaría de Estado, Hillary Clinton. La precandidata demócrata, junto a Leon Panetta, director de la CIA, sugirió en aquel momento una condicionada pero más importante y activa ayuda a los rebeldes anti Assad, tanto en armamento cómo en entrenamiento.
Se trata de un tablero verdaderamente complejo, como suele ser la política internacional pero especialmente en el Medio Oriente, donde lo secular convive con lo teocrático cómo en ninguna parte del planeta. Un EEUU enfrascado en una pulseada clave con Irán en materia nuclear, un Irak donde estos dos países antes mencionados tienen intereses concretos en detener al ISIS y sostener al gobierno de Bagdad y una Siria en guerra civil, aliada de Irán, Irak y Hezbollah, donde Washington parece decidido a poner la caja de cambio “en segunda” (¿y llegado el caso “en tercera”?) al menos para forzar a Assad a negociar su retiro del poder.
Lo que no cabe duda es que la caricatura de mostrar al mundo post 2001 cómo un choque existencial entre el mundo occidental y el Islam dista de ser así. Medio Oriente padece una guerra civil cada vez más clara entre laicos y fundamentalistas entrecruzada por un choque a sangre y fuero entre sunnis y chiitas. La buena noticia para los EEUU de ver a sus enemigos aniquilandose entre sí, Hezbollah vs. Al Qaeda, ISIS vs. Al Qaeda, etc, debe ser matizada por la necesidad de mantener este proceso dentro de una escala que no termine desencadenado imprevisibles consecuencias. El siempre lucido Henry Kissinger en algunos momento del día podría estar tentado a volver a sus años de actividad para buscar esquemas de articulación y compensación entre todos estos tableros tan delicados. Aunque quizás ni aun él pueda estar seguro que esa delicada alquimia funcione.
Siria, más balas que votos
Los manuales de Ciencia Política, especialmente los destinados a analizar procesos electorales, distan de concebir una convocatoria a las urnas en plena guerra civil y con más de 160 mil muertos y más de 2 millones de refugiados. Pero eso es lo que sucede en estas horas en Siria.
La convocatoria formal a las urnas y sin competencia real ha sido una tradición en la Siria de los Assad desde que el padre de la dinastía tomara el poder por vía de un golpe militar encabezado por la Fuerza Aérea a fines de la década de los ’60. La recurrencia a coreografías electorales cómo ejercicio simbolico-legitimador es muy propia de la metodología empleada por la vertiente nacionalista árabe que se extendió a partir del ascenso al poder en Egipto de Nasser en los años 50, la toma del poder en la misma Siria y luego en Irak del Partido “pan árabe”, nacionalista, socialista y laico Baath. El único sobreviviente de esa experiencia luego de la caída del régimen iraqui en el 2003 es justamente Assad. Él mismo ganó sin contendientes reales sus dos elecciones anteriores por mandatos de 7 años. Esta es la primera vez que hay otros dos rivales, si bien poco conocidos y meramente simbólicos. Desde ya, solo se vota en las partes del país controladas por el gobierno. Se trata de usar el escrutinio para mostrar poder y algo de control territorial. No obstante, si bien Assad ha retomado hace algunas semanas la estratégica ciudad de Homs, Siria es aún un Estado fallido y colapsado y sin claros ganadores en esta guerra.
Por esos cruces tan propios del Medio Oriente de geopolítica, religión y etnias, la base de sustentación del régimen sirio en el último medio siglo ha sido la minoría alawita, un 10 por ciento de la población. Una vertiente muy minoritaria del Islam y emparentada cómo la corriente chiita que es solamente mayoritaria en Irán, que en su vertiente más fundamentalista toma el poder en 1979, e Irak. Esto sin duda es una de los nexos que unen tan fuertemente a Irán, Siria y las milicias chiitas de Hezbollah en el Libano. Los alawitas están muy presentes en las filas militares y de seguridad del Estado sirio y cuentan con el respaldo de otras minorías que ven con temor el eventual ascenso al poder de la mayoría (poco más del 60 por ciento) sunnita. Corriente ampliamente hegemónica en los países musulmanes y en especial en enemigos de Assad como Arabia Saudita, Qatar y Turquía (si bien este último país busca también evitar que los kurdos presentes en Siria adquieran más poder y autonomía cómo ya lo han hecho en Irak).
Para una ampliación de información sobre este entramado de intereses e intrigas, sugerimos darle una mirada al artículo “Las razones del minimalismo de Obama” que publicamos en esta columna. Como complemento a lo allí vertido, cabría agregar que en el discurso del presidente Barack Obama en West Point de fines de Mayo comenzó a quedar claro que la administración demócrata está dispuesta a incrementar cautelosa pero claramente la asistencia en entrenamiento y armamento a las facciones más moderadas de la resistencia a Assad. La aparición de misiles antitanque estadounidenses del tipo Tow en manos de los rebeldes es solo el comienzo de ello. Quizás por esto mismo, Damasco no ha dudado en facilitar la llegada de ciertos “enemigos útiles” como las facciones fundamentalistas más extremas sunnitas ligadas a Al Qaeda para lograr el doble propósito de agudizar peleas internas con los rebeldes moderados así como mostrarle a EEUU y a Europa que ayudar a su caída solo daría un terreno fértil al terrorismo internacional. Ese juego de cooperar con un enemigo existencial de los alawitas y chiitas como es Al Qaeda ya se vio a partir del 2003 cuando esa organización utilizaba sin mayores trabas el territorio sirio para infiltrarse en Irak y atacar a las tropas americanas y sus aliados.
Por último, las elecciones que se desarrollan en estas horas distan de tener significación para lo que es clave hoy por hoy en Siria o sea el campo de batalla y el entramado de apoyos que uno y otro bando reciba.
Las razones del minimalismo de Obama
En los últimos meses el régimen de Assad en Siria ha logrado hacer retroceder a las diversas facciones rebeldes de varios puntos estratégicos. La mayoría de los analistas no duda ya en la posibilidad cierta que su caída no sea un tema de corto plazo y ni aun de mediano plazo para otros observadores. La decisión estadounidense de no proceder a un ataque militar sobre las fuerzas de Assad luego del comprobado uso de armas químicas sobre la población civil y optar por aceptar un proceso de desarme de las mismas, con el monitoreo de Europa, Rusia y funcionarios propios, fueron otra señal para una mayor supervivencia del Assad y su clan.
Desde sectores políticos, académicos y periodísticos en Washington se ha venido desarrollando un debate sobre hasta qué punto se está haciendo demasiado poco para revertir esta reconsolidacion del régimen. Una respuesta adecuada a estas posturas cruzadas deben tomar en cuenta un conjunto de variables y juegos dignos de películas de 007 o de Tom Clancy. Un ejemplo de ello es la insistente versión acerca que un vip de la red terrorista Al Qaeda, que residía en condición de “refugiado” en Irán desde hace años, fue autorizado a salir del país para trasladarse en Siria y sumarse al “combate” contra Assad, el cual paradojicamente es uno de los más estrechos aliados de Teherán.
¿Cómo podría explicar esta contradicción, que se encuentra acentuada por el hecho que Al Qaeda es sin duda una de las vertientes más extremistas de fundamentalismo sunnita, el cual dedica parte sustancial de su poder de fuego a atentar contra población de origen chiita, corriente minoritaria del Islam excepto en Irán e Irak? Evidentemente la potencia persa tendría interés de profundizar los embates entre sunnis moderados y sunnis fundamentalistas enemigos de Assad y, al mismo tiempo, emparentar a los rebeldes con redes del terrorismo internacional enemigas de Washington y las potencias occidentales. Esto lograría estigmatizarlos y alejarlos de la posibilidad de contar con masiva asistencia económica y militar desde esas potencias
Los recientes testimonios sobre uso de cloro por parte del régimen en varios ataques es otra muestra del no temor a una reacción norteamericana. A su vez, la Casa Blanca no parece tener apuro en una precipitada salida de Assad. La conflagración y desgaste entre sunnita y chiitas, y entre los mismos sunnis, no dejaría de presentar algunas ventajas y erigirse en un curso de acción compatible con un minimalismo en política exterior en esa zona. Los videos que muestran enfrentamientos letales entre grupos operativos de la milicia chiita libanesa Hezbollah, aliada de Assad y de Teherán, contra Al Qaeda son un claro ejemplo en este sentido. Ambas organizaciones, figuran en las agencias federales americanas como estructuras terroristas y enemigas.
Frente a esta conveniente realidad, la presidencia de Obama viene a encarnar también a un país fatigado por dos largas guerras cómo Irak y Afganistán, así como una sociedad que pide una mayor prioridad a la gestión de temas socioeconómicos internos luego de la crisis financiera y de créditos hipotecarios iniciada en el 2008. Asimismo, las minorías cristianas y alauitas moderadas y laicas que viven en Siria, que no dejan de tener voz en los medios de prensa americanos, temen a una hegemonía de la mayoría sunni y aun más a las facciones más fundamentalistas de los rebeldes. No obstante, tampoco es una opción para Obama el mostrarse como indolente frente a la situación, debiendo conciliar el hecho que varios aliados claves cómo Arabia Saudita y las monarquías del Golfo buscan acelerar la caída de Assad y su clan alauita al tiempo que otros como Israel prefieren un desgaste extremo del régimen, pero no necesariamente un colapso acelerado que derive en una situación anarquía y con la redes de Al Qaeda reinando en diversos feudos de lo que en el pasado fue el Estado sirio. Una postura semejante a la de Turquía, reticente a que un caos que derive en una mayor autonomía y poder de las minorías kurdas que viven en Siria y zonas adyacentes.
Ni que decir de Irak, cuyo gobierno de mayoría chiita pretende mantener al mismo tiempo buenas relaciones con Washington y con Teherán y ve como una amenaza el fin de la hegemonía de Assad. La frutilla del postre, o quizás el propio pastel, es el fuerte vínculo de Moscú con Damasco incluyendo multimillonarios contratos de armas y las facilidades navales que en la costa siria existen para la flota rusa. Todo ello es un contexto de aguda tensión de Putin con EE.UU. y Europa por la situación de Ucrania. Un ataque militar norteamericano a Siria no haría más que potenciar una posible escalada militar entre esas dos repúblicas de la ex URSS.
Frente a este panorama, el saber convencional en Washington parece ser dejar que se desgasten todos los bandos de la tragedia siria y al mismo tiempo abrir muy selectivamente un flujo de armas relativamente sofisticadas y asistencia para grupos sunnis moderados y de óptima relación con Jordania y otros actores confiables para Washington. La difusión de un par de videos en donde un rebelde muestra el uso de un misil antitanque de largo alcance TOW de fabricación estadounidense es un boton de muestra en este sentido. El matiz, y reflejo de lo antes mencionado, es que una mirada más atenta nos mostraría que el arma en cuestión es de los modelos más anticuados, data de 1990 y solo operativo para ser usado de día y en buenas condiciones climáticas, y al parecer provenientes de los arsenales de algunos de los aliados de EEUU en la región. Obviamente previa autorización de la Casa Blanca.
El interrogante es si este minimalismo no dejará de tener un impacto estratégico en la capacidad norteamericana de gestionar sus intereses de largo plazo en el Medio Oriente y hasta en zonas tan lejanas cómo la prioritaria Asia. Como consuelo queda el hecho que de llegar a buen puerto el acuerdo nuclear con Irán, de continuar y consolidarse la revolución del shale gas y shale petróleo en suelo de los EE.UU. y la consiguiente menor dependencia de importaciones y las vulnerabilidades económicas y demográficas que presenta la renacida Rusia, en balance entre el debe y el haber para el poder americano distara de ser tan linealmente negativo cómo se asume hoy en ciertas esferas de pensamiento.
La sombra de Bin Laden cubre los diálogos reservados de EEUU e Irán
A ya casi 13 años del fatídico 11 de septiembre y su correlato de miles de muertos y heridos, la estructura original de Al Qaeda ha sido diezmada, incluyendo al propio Bin Laden en su refugio en Pakistán. Durante ese mismo lapso de tiempo, la red no logró articular otro megaatentado de este tipo en territorio de los EEUU o de sus principales aliados. No obstante, una mirada más atenta de la herencia de esa Al Qaeda “vintage” nos mostraría una panorama menos lineal y alentador.
Organizaciones armadas que se declaran herederas de esa matriz religiosa-ideologica de sunismo extremista son actores centrales y crecientes de devastadoras guerras civiles en Siria, Irak y de manera incipiente en el Líbano. Con sus uniformes negros y banderas verdes, los militantes filo Al Qaeda del ISIS y grupos afines han llevado a cabo la friolera de casi 70 atentados con autos y camiones bombas en sólo los últimos 30 días en Irak. Así como la ocupación a sangre y fuego de ciudades cargadas de historia y simbolismo cómo Falluja (bastión sunnita que resistió el avance de los EEUU durante 2003-2004). En el caso sirio, el ISIS ha tomado una gravitación central en la lucha contra el régimen de Assad pero al mismo tiempo ha exacerbado choques internos con grupos laicos, religiosos moderados y kurdos que pelean por desplazar del poder al clan de la minoría alawita (corriente minoritaria del islam con vínculos históricos con el shiísmo y que sólo es mayoría en Irán e Irak). En otras palabras, una guerra civil dentro de otra guerra civil.
Este entramado de religión, historia e intereses geopolíticos, es el marco dentro del cual tanto los EEUU como sus rivales de Irán han encontrado algunos temas de agenda en común que quizás estén ayudando a un cierto acercamiento para resolver la temática del programa nuclear persa anunciado a fines del 2013. No casualmente en las últimas semanas el gobierno shiíta de Irak ha recibido anuncio de asistencia militar por parte de Washington y Teherán. En el primer caso, Bagdad comenzará a contar con sofisticados misiles aire-tierra hellfire, nuevas partida de aviones para combate de contrainsurgencia y la posibilidad cierta de que vehículos aéreos no tripulados sumamente sofisticados que el Pentágono tiene desplegados en Jordania intensifiquen su acción de vigilancia, control y ataque en suelo iraquí.