El hijo rebelde de Bin Laden conmociona Medio Oriente

Abu Bakr Al Baghdadi es la cabeza‎ política y religiosa del ISIS (Islamic State of Iraq and the Sham o Estado Islamico de Irak y del Levante o Siria-Libano), enfrentado con el actual líder de Al‎ Qaeda, el egipcio Zawahiri, sucesor de Bin Laden. La revista Time lo ha definido como el hombre más peligroso del mundo. Todos los análisis e informes destacan su ‎gran capacidad para combinar estrategia militar con recaudación de fondos. ¿A qué se debe que estemos hablando de él en esta columna? Es que su movimiento extremista gana fuerza en un sector geopolítico y petroleramente vital como lo es el triangulo que une Turquía, Siria e Irak y está poniendo en jaque equilibrios  claves en el Medio Oriente.

Abu Bakr Al Baghdadi‎ pasó parte su vida como terrorista en la frontera entre Afganistán y Pakistán acumulando éxitos en sus operaciones militares y de reclutamiento. Musulmán fundamentalista de la rama sunnita del Islam y nacido en la ciudad iraqui de Samarra, en su biografía reclama ser descendiente directo de Mahoma y haber recibido un doctorado en Estudios Islámicos en la Universidad de Bagdad así como Estudios en Historia. La invasión americana del 2003 y el caos posterior lo acercó a facciones armadas. Se afirma que estuvo detenido al menos 4 o 5 años a partir del 2005 por parte de fuerzas americanas, pero también se habla de vídeos en donde aparece en operaciones militares en el 2006.

La muerte y captura de varios líderes de Al Qaeda en el 2010 fueron despejando el camino a su ascenso. En esos momentos, parecía que la rebelión sunnita en Irak de las milicias laicas y la fundamentalista contra la presencia americana y la hegemonía política de la mayoría chiita, históricamente sojuzgada por la dictadura de Saddam Hussein, daba la expresión de estar terminando. Nada más lejos de la realidad. La violencia escalará sin cesar a partir del 2012 y se extenderá con toda su fuerza en los últimos 18 meses. Será en el 2013 cuando romperá con el liderazgo de Zawahiri en Al Qaeda para asumir el mismo la conducción de sus milicianos y terroristas disconforme con directivas de los mandos tradicionales de la red.

El ISIS ha sabido combinar tácticas y estrategias de guerra insurgente con políticas para conquistar corazones y mentes en sus dominios y terrorismo masivo en zonas controladas por los chiitas, kurdos y otros rivales. Se muestra y se deja usar como instrumento de revancha de la minoría sunnita en Irak (casi el 30 porciento) desplazada del poder luego de la invasión de los EEUU. Por ello, sectores sunnitas laicos y leales aun al régimen de Saddam no dudan en lograr acuerdos tácticos con ellos y recibe el aporte de miles de combatientes provenientes de otros países, incluyendo europeos y otros occidentales.

Un factor a considerar es que todo ello se da en pleno proceso de negociaciones entre los EEUU e Irán por el programa nuclear de uso militar y a meses de lo que se espera pueda ser un principio de acuerdo. Paradojicamente, los americanos e Irán (junto a Irak, los dos países musulmanes donde los chiitas superan en número a los sunnis) son los principales sustentos del gobierno de Bagdad. De hecho, ya se especula que de seguir avanzando la ofensiva del ISIS, el gobierno iraquí termine recibiendo más ayuda militar directa de estos dos países. De hecho, sus Fuerzas Armadas post Saddam han sido entrenadas y equipadas por el Pentágono y en menor medida por los persas. Días atrás, aviones de combate de fabricación americana tan sofisticados como el F 16 de la nueva Fuerza Aérea de Irak llevaron a cabo ataques contra objetivos del ISIS.

En momentos que los chiitas de Irán y de Hezbollah en el Líbano vienen ganando algo del terreno perdido en la guerra civil donde su aliado Assad (perteneciente a la minoría alawita, de históricos vínculos con los shiitas)‎ intenta evitar ser derrocado por grupos armados de la amplia mayoría sunni, los sucesos en el Norte de Irak vienen a complicar el escenario de una guerra que cruza las líneas trazadas en los mapas como fronteras de países claves de la región. Todo ello condimentado por una administración Obama que parece decidida a avanzar en algunas de la recomendaciones de políticas que hiciese hace dos años su entonces secretaría de Estado, Hillary Clinton. La precandidata demócrata, junto a Leon Panetta, director de la CIA, sugirió en aquel momento una condicionada pero más importante y activa ayuda a los rebeldes anti Assad, tanto en armamento cómo en entrenamiento.

Se trata de un tablero verdaderamente complejo, como suele ser la política internacional pero especialmente en el Medio Oriente, donde lo secular convive con lo teocrático cómo en ninguna parte del planeta. Un EEUU enfrascado en una pulseada clave con Irán en materia nuclear, un Irak donde estos dos países antes mencionados tienen intereses concretos en detener al ISIS y sostener al gobierno de Bagdad y una Siria en guerra civil, aliada de Irán, Irak y Hezbollah, donde Washington parece decidido a poner la caja de cambio “en segunda” (¿y llegado el caso “en tercera”?) al menos para forzar a Assad a negociar su retiro del poder‎.

Lo que no cabe duda es que la caricatura de mostrar al mundo post 2001 cómo un choque existencial entre el mundo occidental y el Islam dista de ser así. Medio Oriente padece una guerra civil cada vez más clara entre laicos y fundamentalistas entrecruzada por un choque a sangre y fuero entre sunnis y chiitas. La buena noticia para los EEUU de ver a sus enemigos aniquilandose entre sí, Hezbollah vs. Al Qaeda, ISIS vs. Al Qaeda, etc, debe ser matizada por la necesidad de mantener este proceso dentro de una escala que no termine desencadenado imprevisibles consecuencias. El siempre lucido Henry Kissinger en algunos momento del día podría estar tentado a volver a sus años de actividad para buscar esquemas de articulación y compensación entre todos estos tableros tan delicados.‎ Aunque quizás ni aun él pueda estar seguro que esa delicada alquimia funcione.

La sombra de Bin Laden cubre los diálogos reservados de EEUU e Irán

A ya casi 13 años del fatídico 11 de septiembre y su correlato de miles de muertos y heridos, la estructura original de Al Qaeda ha sido diezmada, incluyendo al propio Bin Laden en su refugio en Pakistán. Durante ese mismo lapso de tiempo, la red no logró articular otro megaatentado de este tipo en territorio de los EEUU o de sus principales aliados. No obstante, una mirada más atenta de la herencia de esa Al Qaeda “vintage” nos mostraría una panorama menos lineal y alentador.

Organizaciones armadas que se declaran herederas de esa matriz religiosa-ideologica de sunismo extremista son actores centrales y crecientes de devastadoras guerras civiles en Siria, Irak y de manera incipiente en el Líbano. Con sus uniformes negros y banderas verdes, los militantes filo Al Qaeda del ISIS y grupos afines han llevado a cabo la friolera de casi 70 atentados con autos y camiones bombas en sólo los últimos 30 días en Irak. Así como la ocupación a sangre y fuego de ciudades cargadas de historia y simbolismo cómo Falluja (bastión sunnita que resistió el avance de los EEUU durante 2003-2004). En el caso sirio, el ISIS ha tomado una gravitación central en la lucha contra el régimen de Assad pero al mismo tiempo ha exacerbado choques internos con grupos laicos, religiosos moderados y kurdos que pelean por desplazar del poder al clan de la minoría alawita (corriente minoritaria del islam con vínculos históricos con el shiísmo y que sólo es mayoría en Irán e Irak). En otras palabras, una guerra civil dentro de otra guerra civil.

Este entramado de religión, historia e intereses geopolíticos, es el marco dentro del cual tanto los EEUU como sus rivales de Irán han encontrado algunos temas de agenda en común que quizás estén ayudando a un cierto acercamiento para resolver la temática del programa nuclear persa anunciado a fines del 2013. No casualmente en las últimas semanas el gobierno shiíta de Irak ha recibido anuncio de asistencia militar por parte de Washington y Teherán. En el primer caso, Bagdad comenzará a contar con sofisticados misiles aire-tierra hellfire, nuevas partida de aviones para combate de contrainsurgencia y la posibilidad cierta de que vehículos aéreos no tripulados sumamente sofisticados que el Pentágono tiene desplegados en Jordania intensifiquen su acción de vigilancia, control y ataque en suelo iraquí.

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El diálogo EEUU-Irán y su impacto en Argentina

El 9 de agosto pasado en esta columna analizamos la victoria y ascenso del nuevo presidente iraní:

“Una nueva etapa política comienza en Irán con la asunción del presidente Hasan Rohani. Una novedad con sustanciales atenuantes, dado que el poder político-religioso-militar del país sigue en manos del líder espiritual Khamenei, que desde 1987 rige los destinos de este ex imperio milenario. Rohani es asimismo un hombre de extrema confianza del líder y desde la década del 80 ocupó cargos por demás sensibles en el área de seguridad nacional. También tuvo a su cargo a comienzo del presente siglo las negociaciones nucleares con los EEUU y es recordado por haber ‘ganado tiempo’ para que el programa avanzara, pese a las resistencias de la superpotencia y sus aliados. Su nuevo gabinete tendrá como ministro de Relaciones Exteriores a Mohammad Javad Zarif, un experimentado diplomático que negoció con EEUU un  tema de rehenes en el Líbano y la relación Teherán-Washington en Afganistán. Es también ex embajador en las Naciones Unidas y tiene un doctorado en la Universidad de Denver.

“Trascienden sus canales de diálogo más que discretos con figuras como el vicepresidente norteamericano con Joe Biden y con el secretario de Defensa Chuck Hagel. Este nuevo ministro está ligado históricamente al ex presidente Rafsanjani, mandatario durante el período en donde se produjeron los ataques terroristas de 1992 y 1994 en Buenos Aires y con pedido de captura de Justicia argentina. Un peso pesado en la política y en la economía de Irán. También, Rouhani nominó a Mohammad Forouzandeh como jefe negociador del tema nuclear, e integró estos años -junto al actual presidente- el estratégico Consejo Supremo de Seguridad Nacional. También preside una poderosa fundación de caridad y ayuda social del Estado. Es un ex Guardián de la Revolución, la élite armada del régimen. Este equipo, de contar como se espera con el visto bueno de Khamenei, parece destinado a un póker decisivo y de alto nivel entre Teherán y Washington en materia nuclear. Los dos bandos saben que si no se llega a un acuerdo básico en los próximos 12 a 18 meses, la posibilidad de escalada militar se acentuará fuertemente, con un Israel que ha decidido por ahora darle tiempo a esa ventana de negociación y no adentrarse en un ataque unilateral. Viable en lo técnico, pero de altísimos costos en todos los frentes imaginables”.

Sin duda, las referencias al pragmatismo y habilidad, incluyendo la destinada a ganar tiempo y a desorientar al rival, que hicimos en ese momento sobre Hasan Rohani quedaron reflejadas en la histórica llamada telefónica que mantuvo con el presidente Obama así como la postura asumida por Teherán en las últimas semanas acerca de la necesidad de que Siria entregue su armamento químico, siempre y cuando hubiese garantías de no ser atacada por EEUU y sus aliados en Europa y en el Medio Oriente. No obstante, el póker antes citado dista de estar llegando a su fin y de manera armónica. Las partidas más agudas y tensas están por verse. Casi un equivalente al respetuoso choque de guantes que los boxeadores hacen antes de empezar extenuantes peleas.

El diálogo telefónico Teherán-Washington, el primero entre presidentes en 34 años, viene a impactar en un tema doméstico argentino pero cuyo alcance trasciende nuestras fronteras, tal como fue el ataque terrorista a la AMIA en 1994, tema por demás sensible para un futuro listado de razones que justifiquen un eventual ataque de EEUU y/o Israel a los herederos de los persas. El caso AMIA es el estandarte que marcaría formalmente a Irán como un Estado que fomenta el terrorismo. El memorándum negociador entre Argentina e Irán se enmarca en este sentido. Una combinación de intereses implícito y explícitos de ambos. En el caso de Buenos Aires, la idea de romper el status quo en que algunos ven a la causa del ataque de la calle Pasteur, buscar quizás fuentes alternativas de compra de energía, sintonizar más la política exterior a los estándares de la Venezuela chavista, la convicción y las ganas y la voluntad de asistir a una profunda y acelerada mutación de las relaciones de poder mundial. La cual supuestamente iría limando la hegemonía americana y dejaría al mundo más en manos de potencias como China, India, Brasil, Sudáfrica, Irán, etcétera. Cuando se mira que aún los EEUU representan el 25 % del PBI mundial, el 47 % del gasto militar del mundo, que es el principal proveedor de los desarrollos tecnológicos que rodean nuestra vida cotidiana, que encabeza por lejos los patentamientos científicos y que es el poseedor de la unidad de valor, el dólar, más deseada y ahorrada a escala mundial (incluyendo China, que atesora un trillón de dólares en bonos americanos), surgen algunas dudas sobre cuánto hay de diagnostico y cuánto de ganas de que ese fin de preeminencia suceda.

Por esas vueltas del destino y de la capacidad tecnológica que ha tenido y tiene nuestro país, la interacción de estas pampas con la cuestión iraní dista de limitarse al tema AMIA: desde haber sido proveedor de un importante cargamento de uranio a Israel durante su naciente programa atómico a comienzo de los años ’60, a ser proveedor de maquinaria y combustible nuclear para uso civil a Irán en los años 70 y 80 (hasta el 1988, cuando Buenos Aires habría percibido la orientación militar que asumía la dinámica del programa persa) al papel protagonizó de un diplomático argentino, como Rafael Grossi, en las negociaciones e inspecciones de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA); sin olvidar aquellas que nos llevaron a estar cerca de enemigos acérrimos de Irán, como el Irak de los años 80, cuando nuestro desarrollo misilístico Cóndor II habría tenido el respaldo de Egipto para hacerle llegar estos vectores cuando estuviesen terminados al entonces a la “prooccidental” Bagdad de Sadam Hussein en su guerra de 8 años con los ayatollahs iraníes.

Buenos Aires debería estar atento a no confundir esta naciente etapa de semblanteo y negociación entre Washington y Teherán con una legitimación lisa y llana del acercamiento de enero pasado por medio del memorándum. Asimismo, también sería errado asumir que nada cambió y que la Argentina sigue tan agudamente descolocada como hace semanas atrás, momento en que ni Irán afirmaba haber ratificado el memorándum, cosa que aún no hizo el Parlamento y sobre el cual no hubo ninguna referencia del nuevo presidente y del más que poderoso líder espiritual Alí Khamenei, ni la comunidad judía en Argentina, Israel y los EEUU vertían opiniones positivas sobre la iniciativa. Posturas que distan de haber cambiado aún.

Para nuestro país, el tema no pasa por negociar o no con Irán en un juego de blanco o negro o antes deslegitimado y ahora supuestamente legitimado por la conversación de Obama con el nuevo mandatario iraní. Los EEUU, Reino Unido, Francia, China, Rusia y Alemania no están interesados en un Teherán poseedor de un arsenal nuclear. Para persuadir al régimen fundamentalista, se asume que se deben maximizar las presiones comerciales, económicas y diplomáticas así como evitar acuerdos que hagan borrón y cuenta nueva sobre el respaldo al terrorismo. Como se verá, el conjunto de potencias, más allá de las posturas más duras de EEUU y sus aliados occidentales, y las relativamente más flexibles de Moscú y Pekín, integran tanto el mundo que algunos asumen “que fue” (Washington, París, Londres y Berlín) como el mundo “que se viene”. Sea eso así o no, cada uno sacará conclusiones con la cabeza y el corazón. Sería importante que nuestra política exterior asuma que está inmersa en una mesa de póker como aquellas que muestran en programas de TV a profesionales en imponentes escenografías… Y que nuestro fuerte es el truco con su carga de exageración, grandilocuencia gestual y retórica y bajada de línea a los otros contendientes. Nada mas lejos que el póker.