Una de las principales banderas de la coalición electoral que ganó las pasadas elecciones presidenciales en la Argentina y en distritos claves, como la provincia de Buenos Aires y la capital federal, ha sido el regreso del país al sistema internacional. Buscando relaciones maduras, constructivas y no de sermoneo a las principales potencias, y en especial a las dotadas de sistemas políticos republicanos y democráticos.
En ese contexto, de más está decir que en esa hoja de ruta ocupan un rol central los Estados Unidos. Todavía la principal potencia económica del mundo y más aún en el campo militar. Como dato cabría recordar que la inversión de defensa de Washington casi triplica la del segundo, en este caso, China, y es ocho veces mayor a la de Rusia. Sin olvidarnos desde ya del peso central de la potencia norteamericana en nuestra vida cotidiana, ligada a la tercera revolución industrial o la era de internet y la redes sociales. El lector podría hacer una revisión rápida para comprobarlo con sólo mirar las aplicaciones en los teléfonos inteligentes, las tabletas y las computadoras. Por último, el aún inefable dólar como moneda de reserva internacional, incluyendo la del mismo Banco Central de China.