La Tierra Santa es nuevamente foco de atención con motivo de los actos terroristas que vienen sacudiendo a israelíes y a palestinos desde hace algunas semanas. En medio de la violencia, los analistas se preguntan si se avecina una tercera intifada, o si esta ya es una realidad asentada. Todos los días se registran nuevos incidentes, generalmente provocados por jóvenes palestinos con armas blancas contra uniformados y civiles israelíes. Desde mi punto de vista, delinear a estas alturas si en efecto se trata de una intifada, es decir, de un levantamiento general, es prematuro, en tanto la aseveración genera mayor pesadumbre y ansiedad. Sin embargo, en cualquier caso, la pregunta obvia es por qué está sucediéndose semejante escalada, por qué en este momento y qué responsabilidad puede atribuírsele a cada bando.
Para poner la situación en contexto, la presente ola de ataques terroristas se produce cuando la atención de la comunidad internacional dista de estar enfocada en el conflicto israelí-palestino. Con las potencias preocupadas por el desarrollo de los acontecimientos en Siria, en Yemen y en Irak, y el conflicto sectario que sacude a todo Medio Oriente, la cuestión palestina ha pasado a un plano secundario. En vista de las circunstancias, ha quedado finalmente en evidencia que el embate entre árabes e israelíes no es principal causante de inestabilidad y resquemor en la región. Esto ha quedado visiblemente expuesto durante las recientes sesiones de Naciones Unidas, en donde el tema de Palestina no tuvo el protagonismo que tuviera en años anteriores. La agenda internacional, por el contrario, está sobrecargada con el desasosiego sobre el futuro del mundo árabe, preso de una conflagración mayor entre yihadistas y dictadores. Por esta razón, durante su discurso ante la Asamblea General, el presidente palestino, Mahmud Abás, buscó precisamente llamar la atención con el anuncio de que ya no se sentía obligado por los acuerdos (de paz) de Oslo, establecidos dos décadas atrás. Continuar leyendo