Los últimos 20 días estuvieron permeados en la cobertura de los medios, más allá del proceso electoral, por situaciones y hechos de mucha violencia: gente que dispara porque alguien le ocupa un lugar de estacionamiento, una mujer fue asesinada por otra vecina por quejarse de sus perros, nuevamente el cuerpo sin vida de mujeres muy jóvenes tiradas en terrenos baldíos, y como frutilla del postre un “papá” que por deudas consideró posible cometer el simulacro de secuestro con su hijita, de un año y medio, para conseguir dinero de sus amigos.
Hubo otros hechos también muy terribles, claramente relacionados con los famosos “privados” que existen en lujosos departamentos de Recoleta y Retiro como tantas otras denuncias de violencia de género y por situaciones domésticas sobre todo hacia adultos mayores que no llegan a los medios. Diferentes cronistas y gente especializada en seguridad, muy respetables en sus disciplinas respectivas, se expresaron ante las situaciones espantosas, señalando al perpetrador como un “loco”. Así se reduce a la particularidad absoluta una situación que lo que grita es una enfermedad social estructural llamada “violencia”.