Una fase difícil en Brasil

No se necesita mucha imaginación ni entrar en pormenores para darse cuenta de que atravesamos una fase difícil en Brasil.

Empecemos en el plano internacional. Los acontecimientos abren espacios cada vez mayores para la afirmación de influencias regionales significativas. El mismo “embrollo” del Medio Oriente, del cual Estados Unidos sale cada vez con menos influencia en la región, aumenta la capacidad de actuación de las monarquías del Golfo, que tienen dinero y quieren preservar su régimen autoritario, así como Irán, que les hace contrapunto. La lucha entre wahabitas, chiítas y sunitas está detrás de casi todo. Y Turquía, por su parte, encuentra brechas para disputar hegemonías.

En ese sentido, Brasil no hace más que perder influencia en América del Sur. Nuestra diplomacia, paralizada por la innegable simpatía del ex presidente Lula da Silva y de la política del Partido de los Trabajadores (PT) por el “bolivarianismo“, zigzaguea y tropieza. Ya sea que cedamos a presiones ilegítimas (como la reciente de Bolivia, que no le daba salvoconducto a un asilado en nuestra embajada), ya sea que nosotros mismos ejerzamos presiones indebidas, como en el caso de la retirada de Paraguay del Mercosur y el ingreso de Venezuela. Al mismo tiempo, fingimos no ver que el “arco del Pacífico” es un contrapeso a la inercia brasileña. El saldo, pues, es una diplomacia y un gobierno sin voluntad clara de poder regional, funcionarios atolondrados y papeles ridículos por todas partes.

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