Señales alarmantes en Brasil

Finalmente se hace justicia en el caso de las mensualidades (un esquema de compra de votos de parlamentarios) en Brasil. Escribo sin ningún júbilo: es triste ver en la cárcel a gente que en otras épocas luchó con desprendimiento. Está presa al lado de otros que se dedicaron a forrarse los bolsillos y a pagar sus campañas a costa del tesoro público.

Más melancólico aún es ver a personas que antes se la jugaban por sus ideales –aunque fueran éstos controvertidos– levantando el puño como si vivieran una situación revolucionaria en el mismo instante en que juran fidelidad a la Constitución. ¿Dónde está la revolución? Gesticulan como si fueran un Lenin que recibiera dinero sucio y lo usara no para construir una “sociedad nueva”.

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Una fase difícil en Brasil

No se necesita mucha imaginación ni entrar en pormenores para darse cuenta de que atravesamos una fase difícil en Brasil.

Empecemos en el plano internacional. Los acontecimientos abren espacios cada vez mayores para la afirmación de influencias regionales significativas. El mismo “embrollo” del Medio Oriente, del cual Estados Unidos sale cada vez con menos influencia en la región, aumenta la capacidad de actuación de las monarquías del Golfo, que tienen dinero y quieren preservar su régimen autoritario, así como Irán, que les hace contrapunto. La lucha entre wahabitas, chiítas y sunitas está detrás de casi todo. Y Turquía, por su parte, encuentra brechas para disputar hegemonías.

En ese sentido, Brasil no hace más que perder influencia en América del Sur. Nuestra diplomacia, paralizada por la innegable simpatía del ex presidente Lula da Silva y de la política del Partido de los Trabajadores (PT) por el “bolivarianismo“, zigzaguea y tropieza. Ya sea que cedamos a presiones ilegítimas (como la reciente de Bolivia, que no le daba salvoconducto a un asilado en nuestra embajada), ya sea que nosotros mismos ejerzamos presiones indebidas, como en el caso de la retirada de Paraguay del Mercosur y el ingreso de Venezuela. Al mismo tiempo, fingimos no ver que el “arco del Pacífico” es un contrapeso a la inercia brasileña. El saldo, pues, es una diplomacia y un gobierno sin voluntad clara de poder regional, funcionarios atolondrados y papeles ridículos por todas partes.

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