Y finalmente pasó lo que muchos imaginamos que pasaría. El hastío, el modelo, el relato, los modos poco republicanos y algunas otras cosas terminaron rebalsando el vaso de la paciencia ciudadana y dijimos “Basta”.
Para la anécdota quedarán muchas de las contingencias de la campaña y del proceso eleccionario. Si el giro temperamental de Daniel Scioli le jugó en contra, si la Presidente saliente quería en realidad que la oposición ganara, si la diferencia fue más grande pero en el Correo pasó algo, son todas cosas del pasado. El país arrancó el lunes 23 con una sensación de aire fresco. No hubo festejos excesivos, ni tristezas extremas. Algún petardo bullanguero en el Obelisco y alguna lágrima honesta de militantes derrotados, que en muchos casos lloraron por convicción y no por perder sus cargos.
Distinta es la situación en oficinas ministeriales, despachos de funcionarios e incluso dependencias militares. Es increíble cómo ayer en las instalaciones oficiales que visité la trituradora de papeles estaba invariablemente trabajando a full. Uno se pregunta: si lo que rompen no es importante, ¿para qué lo imprimieron? Y si lo fuera, ¿por qué lo destruyen? Continuar leyendo