Y al final está llegando el día nomás. Ríos de tinta, millones de minutos de aire y muchísimos terabytes empleados en portales digitales para desentrañar el complejo proceso de fin del modelo y agotamiento del relato, ya son historia. En unos días más Mauricio Macri y Daniel Scioli medirán fuerzas en la recta final de la contienda electoral. Al día siguiente, gane quien gane, rotarán los vientos. Por cierto, ¿usted, querido amigo lector, no percibe que ya hay otro clima?
Mientras Mauricio lo anuncia sin tapujos, Daniel es más cauto. Tanto él como sus interlocutores no se cansan de repetir en privado ante pequeños círculos de referentes de diversas actividades que se acabó el modelo tal como lo conocemos. En lo personal, me tocó participar de una reunión relacionada obviamente con cuestiones navales y llegué a confundirme sobre el partido al que pertenecía el señor que nos arengaba. Cerró su alocución con la lapidaria muletilla “Con fe y esperanza”, lo que me estrelló rápidamente contra la dura realidad. Pero no dejo de recordar que en más de una hora de charla no se escucharon los vocablos “él”, “ella”, “modelo”, “inclusión”, “empoderar”, “todos y todas”, y tantos otros de los que estamos sinceramente hartos.
Gane quien gane, la tarea de recuperación de la patria es ciclópea y muy difícil. Casi nada queda en pie y lo que aún no derribaron al menos está fuera del eje. Desde la seguridad hasta la salud. De la defensa a la educación, sin soslayar la piedra basal de todo: la economía. Cuánto talento, vocación de servicio y amor a la patria harán falta para encarar la tarea, una faena para especialistas de alta escuela a la que uno no llega intelectualmente ni a los talones.
Pero a modo de pequeña y atrevida contribución, me permito hacerles llegar a quienes en pocos días tomarán el timón de la nación, un pequeño decálogo que no aporta soluciones, pero podría hacerles más sencilla la navegación por los mares del poder.
1. Asuman la conducción del país con firmeza, pero recuerden que no pasan a ser los dueños de la nación. Apenas son temporales administradores.
2. No se refieran a nosotros como “la gente común”, “el ciudadano de a pie”, “doña Rosa” o algún otro calificativo que denota que se creen superiores. No lo son. Son empleados jerárquicos con más deberes que derechos.
3. Si deciden comunicarse con nosotros, traten de que lo que tengan para decir sea tan, pero tan importante que tengamos ganas de escucharlos sin cadenas nacionales tediosas que solamente nos dejan el sabor amargo de ser tomados por ignorantes cada día.
4. No pinten el país de naranja o amarillo. Una cosa es el color partidario y otra el asunto público. La manzana de Nueva York no muta a pera o sandía si ganan unos u otros, tal vez esto les sea difícil de comprender, pero es así.
5. Recuerden que buena, regular o mala, este país tiene (o tenía) una historia. De ella fueron actores principales José de San Martín y Manuel Belgrano, pero también Domingo Sarmiento y hasta Cristóbal Colón; también demócratas y dictadores. Sacando bustos y bajando cuadros no se cambia la historia, sólo se la oculta debajo de una alfombra de mediocre ideología.
6. El narcotráfico y la inseguridad tendrán solución únicamente si primero se desprenden de los narcotraficantes y los delincuentes que ocupan despachos oficiales.
7. Procuren por todos los medios, y aunque sea difícil, que los ciudadanos libres tengan casi los mismos derechos que esas pobres criaturas que están en prisión por nimiedades tales como matar en ocasión de robo, violar o secuestrar gente.
8. Vuelen alto, altísimo con sus mentes para sacar al país adelante. Pero háganlo al ras del piso cuando se desplacen por sus calles. Hay mucho avión estatal en el aire y muchas necesidades que desde arriba de las nubes no se llegan a percibir. Un baño de humildad en este caso sí que aplica.
9. Además de China y Rusia, que nos quedan a trasmano, solíamos formar parte de Occidente. América Latina nos veía como un referente sociocultural y no como provocadores seriales que solamente ven la panacea en Venezuela o Cuba. Nuestros diplomáticos de carrera hacían bien su trabajo, hasta que copamos la cancillería de militantes con pasaporte vip.
10. Las fuerzas armadas de la nación están al servicio de la patria, no de ustedes. Rodéense de generales y almirantes capaces, no los transformen en lacayos de uniforme. Reclamen subordinación y no sumisión. No los amenacen con pasarlos a retiro sólo por atreverse a decirles la verdad. No los hagan espiar para ustedes. Pero tampoco los manden a pintar casas; esa gente ya perdió toda la dignidad que poseían y eso no es bueno.
La yapa. Sin bien humildemente creo que estos principios podrían contribuir a una buena gestión de gobierno, mi particular decálogo tiene un ítem más. Seguramente es el más difícil de cumplir a la luz de lo ocurrido en la última década, pero usted, Mauricio o usted, Daniel, seguramente podrán hacerlo, pongan todo su corazón en lograrlo:
11. No nos roben ni la ilusión, ni el dinero, ni la esperanza. Busquen el bronce en la historia y no el oro en sus cajas fuertes. Dios, la patria, y por sobre todo nosotros, se lo agradeceríamos eternamente.
El mayor de los éxitos para el ganador de la contienda electoral. Viva la patria y la bendita democracia.