Al igual que los incrédulos cuarenta millones de argentinos y argentinas, usted, yo y buena parte de la opinión pública internacional escuchamos (¿o creímos escuchar?) a la presidente de la Nación efectuar una curiosa comparación entre nuestro país, Canadá y Australia.
De acuerdo con los guarismos tomados como base para el análisis descripto por la primera mandataria (no primera mandante), somos ganadores natos por paliza. Nuestro triunfo en todos los campos contrastados son casi más aplastantes que el triunfo electoral del oficialismo en la Antártida (sin contar la base Marambio -la del problema de aprovisonamiento- donde sobre 54 personas votaron sólo 3).