Ciertamente la celebración del día internacional de la mujer, poco tiene que ver con las tradicionales festividades de neto corte comercial las que si bien evocan aspectos sensibles como las figuras de padre, madre, hijo y valores tales como la amistad y el amor, vienen de la mano de una movida mercantil; la que incluso hace que cada país la adecue a sus disponibilidades de calendario y a que en nuestro país algunas celebraciones hayan migrado de fecha para evitar que sorprendan a la población con los bolsillos flacos por la cercanía del fin de mes.
Por el contrario, el 8 de marzo es un día que va más allá de una celebración social. De hecho la elección de esa fecha – como todos recordamos- tiene fundamento en el trágico fin sufrido por un grupo de trabajadoras de la costura de la ciudad de Nueva York en 1857, que reclamaban una jornada laboral de 10 horas. La protesta devino en un incendio en el que perecieron 16 de ellas.
Es por ello que a modo de homenaje, y con su permiso – amigo lector- deseo dedicarle la columna de hoy a una porción muy particular de nuestras conciudadanas que “osaron” con todo éxito incursionar en un bastión masculino por excelencia. La actividad naval.