Las internas políticas sirven, entre otras cosas, para que compañeros y aliados incondicionales de ayer se saquen a relucir mutuamente y con mayor o menor crudeza sus “trapitos al sol”. Aquellos que otrora se abrazaban emocionados al borde de las lágrimas por algún triunfo electoral del espacio político al que pertenecen miden en campaña cada gesto, cada palabra y cada movimiento que los pueda posicionar un pasito delante del compañero, correligionario o camarada competidor.
Como en tantas otras cuestiones que hacen a la mística de la política e incluso de las organizaciones mafiosas, hay para estos “ataques” límites y códigos que respetar, como así también chicanas y trapisondas que son prácticamente de manual. Se trata, como dijimos, de pegarle al otro sin que la sangre que le hagamos derramar salpique nuestro propio traje.
En este contexto, las tan peculiares “ primarias” de la política vernácula ofrecen condimentos no menos peculiares. Podríamos haber naturalmente imaginado a Macri compitiendo en elecciones generales contra Carrió , el radicalismo y el Fpv. Pero ver a los tres primeros compitiendo en internas entre sí… es cuando menos algo imprevisto.
Están también los líderes partidarios que comienzan a bajar líneas que indican que no quieren en determinados cargos más de un candidato y, obviamente, por encima de toda esta miseria terrenal está “Ella” y toda la corte de laderos que en cada acto, aparición o reunión de trabajo tratan de interpretar una palabra, una sonrisa e incluso hasta un reto dirigido a sus personitas como un guiño cómplice, una especie de “Te banco a morir”
Los que no tenemos ticket para ingresar a la carpa del circo nos conformamos con sentir desde afuera el rugido de las fieras cuando están solas y sus aullidos de dolor cuando la domadora los castiga con látigo. Los vemos de lejos mover la cola si ella les tira un terrón de azúcar y también observamos como vuelven mansitos cada uno a su jaula cuando termina la función. Pero quien más quien menos, todos tenemos algún amigo payaso que nos tira de tanto en tanto algún chimento de la interna circense
Randazzo, el más “mimado”; Scioli, el “ hijo no deseado” y Rossi, el “desterrado”, se muestran simultáneamente como los candidatos del modelo. Cada uno recurre al fotomontaje para encarar la costosa impresión de afiches con los que el transeúnte desprevenido llegue a creer que realmente “Ella” posó sonriente para la foto junto a cada uno u otro. Pero mientras Randazzo no para de comprar vagones y locomotoras y mientras ya va por su quinta emisión de documentos cada vez más modernos y seguros, Rossi con lo que juntó de caja chica está trayendo cuatro trastos viejos que apenas flotan para nuestra desmantelada Marina de Guerra y consiguió mandar cuatro tanques a un taller de chapa y pintura de Bulogne. Scioli por su parte, a falta de mayores cariños, apela a la fe, a la esperanza y a su modelo de Provincia “viable”.
Vivimos días de “carpetazos”. El término se volvió popular y, en esta suerte de todos contra todos pre-electoral, una foto, un legajo, una comprita o viajecito fuera de lugar y hasta las patéticas fotos con escenas de la diversión de un fiscal trágicamente muerto sirven para desprestigiarse entre todos.
Resulta interesante ver como el ministro Rossi no para de recibir golpes que provienen la mayor parte de las veces de su retaguardia. El misil perdido, las 26.000 balas, las 8 toneladas de explosivos, de lo que poco se ha dicho, el robo de una unidad de control de un simulador naval y hasta el incendio de la propia sede del ministerio que lo dejó sin oficina a él y a sus generales durante varios días. Lo tienen más cerca de la sección policiales que de la de política en los grandes diarios nacionales.
Randazzo venia zafando. Su gestión en lo referente al mejoramiento del transporte público y la facilidad con la que ahora accedemos a nuestros documentos de identidad son indudablemente porotos que hay que sumarle a un ministro que se muestra serio y ejecutivo. Pero, imprevistamente, comenzó a hacer agua precisamente desde las poco visibles áreas húmedas de su ministerio. La ciudadanía y la prensa están siempre atentas a trenes que no funcionan o a aviones demorados. Pero los barcos, el puerto y los ríos no suelen llamar la atención.
Las últimas semanas comenzaron a ser de aguas agitadas, en el sentido literal de la palabra: históricos escándalos como sobreprecios e ineficiencia en el dragado de canales y accesos portuarios, sospechas que funcionarios de la subsecretaria de vías navegables siguen siendo titulares de astilleros donde el Estado repara buques y otras cosas que pasan generalmente inadvertidas tuvieron dos excepciones. De pronto, tomó estado público la existencia de “La saladita” del puerto de Buenos Aires, una colosal feria de venta de artículos robados que desde hace años funciona en los galpones de la Administración General de Puertos, dependiente de Ministerio de Transporte y que al parecer era regenteada por un gerente de AGP, protagonista de varios spots ministeriales en los que lo solía ver supervisando el desembarco de los famosos trencitos chinos. Nadie duda que esta súbita perla arrojada a las fauces del oligopolio mediático provino de alguna operación con el clásico aroma a ilegal inteligencia interna. Recuerde amigo lector que hoy el espionaje nacional viste de verde oliva, usa botas y gorra.
Rossi y Randazo compartían algo más que su devoción por el modelo: un funcionario que milagrosamente trabajaba para los dos con “dedicación exclusiva”. El hombre cobró fama por haber herido de muerte al relato, cuando días pasados se desprendió sin miramientos de centenares de carpetas clasificadas y de información confidencial de un destino naval que dirige para Rossi, desobedeciendo órdenes expresas sobre preservación de material relacionado con los años de plomo. La desprolijidad demostrada en este accionar contrasta con la prolijidad extrema que demuestra en su cargo nacional como funcionario del área de transporte marítimo y fluvial.
Sus subordinados lo describen como un verdadero “caballo de Troya” que hace daño en Defensa y mérito en Transporte. Masticando rabia y cuidando las formas, Rossi como pudo se lo sacó de encima y le otorgó una generosa licencia para que se dedique full time a su importante tarea como funcionario nacional. Randazzo lo recibió con los brazos abiertos y antes que comenzara a disfrutar de sus valiosos servicios a tiempo completo, comienza a recibir señales que un destructor de archivos de la dictadura puede ser un bonito salvavidas de plomo, siempre siguiendo la línea naval de este relato.
Rossi es –prima facie- el candidato perdedor, lo que no quiere decir que se resigne al menos por ahora a bajar de la contienda. Le toca competir desde un escenario con poco glamour: tanques viejos y generales gordos contra trenes nuevos y jóvenes señoritas que nos hacen el DNI en los shoppings. Por lo que puede apreciarse estos amigables contendientes han decido no arrojarse carpetas, directamente se tiran con funcionarios. Scioli entre tanto los mira y sonríe.