Desde la vereda de enfrente

Resulta curioso cómo un mismo espectáculo puede ser apreciado de manera tan diferente según el ángulo desde el que se lo mire. Unas diez o quince mil personas, prolijamente arriadas en micros, como ganado, como mercadería, como bienes de uso más que como seres pensantes, fueron conducidas hacia las puertas de los tribunales federales más emblemáticos del país para ser parte de un ariete de presión hacia un Poder Judicial que intenta simplemente sacudirse un letargo de más de una década y desentrañar tan sólo una parte del período más corrupto de la Argentina contemporánea.

Lo que debió ser simplemente la declaración indagatoria de una imputada, sospechada de cometer un delito contra el Estado nacional, mutó en un acto político de la más baja estofa; plagado de golpes burdos, chicanas trilladas y una efímera intención de demostrar un poder que ya es parte de la historia más que del futuro.

Es cierto que las imágenes pudieron generar cierta desazón en quienes anhelan una Argentina mejor, pero no lo es menos el considerar que sin el apoyo del Partido Justicialista estas manifestaciones no pasan de ser ruidosos actos testimoniales.

La vereda de enfrente. Es la que corresponde a la numeración impar de la avenida Comodoro Py y la que alberga a unos cuantos miles de hombres y mujeres, civiles y militares que trabajan en el edificio central de la Armada Argentina. Continuar leyendo

Noche de reclamos y olvidos

“¡Qué noche, Teté!”. ¿Recuerda, amigo lector, la frase icónica del famoso peluquero que le hizo los rulos (literalmente hablando) a cientos de famosas y divas varias? Pues bien, la noche de este 7 de julio ha sido una de esas noches, no le quepa duda alguna de ello.

Al caer la tarde, el Palacio de Tribunales se cubrió con variopinto paisaje que ya no asombra por novedoso, pero escandaliza por la realidad que desnuda. Miles de ciudadanos comunes pidiendo justicia, no para criminales o para sus víctimas, tampoco para desaparecidos, despedidos o indultados.

El pueblo pedía justicia para los encargados de impartirla: los justiciables clamando por los derechos de los “justiciantes”. Funcionarios con altísimos cargos institucionales en el tercer poder del Estado nacional pidiendo ayuda a la ciudadanía para que no avasallen sus derechos. Unos y otros con sus familias, esposas de jueces y magistrados varios gritando “justicia, justicia”, de la misma manera que lo suelen hacer las mamás de tantas víctimas inocentes de la sensación de inseguridad. Continuar leyendo