El 2 de abril es una fecha triste y emblemática que debería servir para asumir definitivamente que el uso de la fuerza para resolver disputas bilaterales fue siempre estéril y lo es más hoy, en el mundo interrelacionado post Guerra Fría que se consolidó a partir de la crisis financiera.
Pero tengamos presente que la confrontación no es sólo de naturaleza militar. La confrontación se da también en el plano político y diplomático. Alimentar la confrontación en esos niveles es igualmente negativo. Aleja de cualquier entendimiento y, finalmente, obliga a buscar excusas o inventar circunstancias que permitan dar marcha atrás, lo que resulta siempre embarazoso. Por ello, parece productivo aprovechar este aniversario para repudiar las acciones de confrontación, sean éstas militares, políticas o diplomáticas y reflexionar sobre los aciertos y errores en la negociación con el Reino Unido, iniciada después de la adopción de la Resolución 2065/65 por las Naciones Unidas.