Acuerdo Cuba-USA y un escaso rol argentino

Se ha atemperado la conmoción motivada por el comienzo de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Con la ventaja de contar con esa circunstancia, cabe intentar un análisis parcial a la luz de los elementos de información existentes.

Se trata de un evento muy importante porque inicia el camino de Cuba hacia la democracia. Es de esperar que esa democracia sea la que establece la Carta de la OEA, los Pactos de Derechos Humanos, la Declaración de Santiago de 1959 (que crea la CIDH) y la Carta Democrática Interamericana del 2001 por iniciativa de Perú y Argentina (Rodríguez Giavarini). Vale decir, pluralidad de partidos políticos, división de poderes, alternancia en el gobierno, libertad de expresión, entre otras instituciones que son la esencia de Occidente y también de América Latina y el Caribe. Abogar para que en el Hemisferio se practique la democracia representativa es responsabilidad colectiva que invita a no respaldar gobiernos autoritarios. Ello nunca podría implicar una discriminación ideológica hacia los pueblos que sufren el autoritarismo. Continuar leyendo

John Kerry, la OEA y la Argentina

América Latina se fue consolidando gradualmente durante el siglo XIX y comienzos del siglo XX sobre la base de seis principios, todavía celosamente vigentes. Estos son: a) igualdad soberana de todos los Estados; b) no intervención; c) integridad territorial; d) autodeterminación; e) solución pacifica de las disputas y f) respeto por el derecho internacional (Carlos Calvo). Las sucesivas Conferencias Panamericanas, a partir de 1899, fortalecieron esos principios, rechazaron el intervencionismo, sentaron prácticas humanitarias ejemplares como el asilo y convencieron a Estados Unidos de inaugurar la política del “buen vecino”, que llevó a una mayor cooperación y entendimiento dentro del Hemisferio. Pero fue la adopción de la Carta de la Organización de Estados Americanos, junto con el Tratado de Soluciones Pacíficas, y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (Bogotá, 1948) lo que, al incorporar la democracia republicana y los derechos humanos, otorgó al sistema interamericano y a los países que lo integran una cohesión dentro de la unidad, que resultó ejemplar para el nuevo orden internacional posterior a la Segunda Guerra. En efecto, no sólo muchos de los principios del sistema interamericano fueron incorporados a la Carta de San Francisco, sino que la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre -redactada por juristas latinoamericanos y estadounidenses- es anterior a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

A partir de esos históricos momentos, el rol de la OEA, con sus luces y sus sombras, ha servido para demostrar que los países se asocian principalmente por dos motivos: las necesidades estratégicas derivadas de compartir un inmenso ámbito geográfico como el Hemisferio Occidental, es decir, América y las afinidades culturales e institucionales, reflejadas en los valores comunes como la democracia y los principios republicanos (Lagorio).

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