¿Quién dijo que todo está perdido?

La famosa canción viene a recordarnos que siempre tenemos algo más para dar. El resultado de las PASO sin duda no fue el que hubiéramos querido. Uno puede adoptar diferentes actitudes frente a un hecho que considera negativo: enojarse, maldecir, echar culpas a diestra y siniestra; o puede, en cambio, apostar por mejorar y redoblar los esfuerzos de la construcción política.

Quienes me conocen saben que muchas veces evito referirme a mi abuelo Antonio. Tal vez porque a quienes hacemos política, formar parte de una tercera generación de dirigentes puede hacer que las cosas nos cuesten un poco más, a contramano de lo que el sentido común indica.

Apenas se conocieron los resultados de las PASO recordé la interna contra Menem en 1988, posiblemente la más importante de la historia del peronismo.

Antonio había resultado electo gobernador tan solo un año antes.

El desafío asumido era renovar y democratizar el Partido Justicialista, elegir a sus candidatos mediante el voto de los afiliados, fomentar la formación de cuadros e impulsar la renovación programática del legado histórico.

Sus convicciones lo llevaron a ir a internas para elegir el candidato a Presidente. Un par de semanas antes, el analista Julio Aurelio comenzó a advertirle de resultados adversos en las encuestas emprendidas. Con la fuga de algunos dirigentes, y aceptando las condiciones que no había propuesto, Menem le ganó con holgura.

La anécdota vale simplemente para hacer este ejercicio: una elección no define todo, es un momento dentro de la construcción colectiva de un proyecto político. Y los peronistas tenemos mucho por seguir construyendo.

Arturo Jauretche sostenía que “nada grande se puede hacer con la tristeza”, por eso, una de las principales e infalibles recetas para quienes militamos es sostener la alegría. La bronca y el odio no construyen nada, no son creativas sino todo lo contrario, destruyen.

El domingo de las elecciones, a pesar de la adversidad electoral, compartimos con muchos y muchas la alegría de sabernos en un mismo proyecto político, tan grande que es capaz de amalgamar distintas miradas y, sin embargo, mantenernos unidos. Es probable que el cansancio y el resultado final nos hayan apenado porque queremos lo mejor para el país y entendemos que a lo largo de estos diez años hemos podido revertir muchas cosas que creíamos que iban a llevarnos medio siglo o que nunca podríamos cambiar. Y a pesar de todo avanzamos, construimos y edificamos un proyecto político diverso que tiene a Perón, a Evita, y a Néstor como referentes de nuestras banderas.

Somos un movimiento alegre. Por eso cada uno de nosotros tiene que asumir con responsabilidad, le toque donde le toque, la inmensa tarea de construir con pasión y alegría una Argentina para todos, con crecimiento e inclusión social.

Nuestra mejor propaganda: un trabajo colectivo

Los tiempos electorales son un complejo entramado de relaciones que vinculan las necesidades de la ciudadanía con las estructuras partidarias y las aspiraciones de los diferentes actores. Y esta situación es aplicable a todas las fuerzas políticas con capacidad de representación. Quienes tenemos responsabilidades de gestión sabemos del equilibrio permanente que debemos hacer para atender tanto la agenda que nos plantea el día a día como para dar cumplimiento a la vocación de relacionarnos con los otros para construir futuro.

Así, es en estos tiempos electorales cuando más que nunca los jóvenes dirigentes debemos anteponer la ética de lo colectivo a los arrebatos individualistas que vienen con fecha de vencimiento. Quienes trabajamos en diferentes gobiernos sabemos que las horas del día no nos alcanzan para hacer todo aquello que nos gustaría. Sin embargo, esta misma situación nos obliga aún más a apostar por la articulación de distintas voluntades en torno a un proyecto político. Para ser más claro: un proyecto político es mucho más que una categoría de análisis.

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