Nuestra mejor propaganda: un trabajo colectivo

Francisco Cafiero

Los tiempos electorales son un complejo entramado de relaciones que vinculan las necesidades de la ciudadanía con las estructuras partidarias y las aspiraciones de los diferentes actores. Y esta situación es aplicable a todas las fuerzas políticas con capacidad de representación. Quienes tenemos responsabilidades de gestión sabemos del equilibrio permanente que debemos hacer para atender tanto la agenda que nos plantea el día a día como para dar cumplimiento a la vocación de relacionarnos con los otros para construir futuro.

Así, es en estos tiempos electorales cuando más que nunca los jóvenes dirigentes debemos anteponer la ética de lo colectivo a los arrebatos individualistas que vienen con fecha de vencimiento. Quienes trabajamos en diferentes gobiernos sabemos que las horas del día no nos alcanzan para hacer todo aquello que nos gustaría. Sin embargo, esta misma situación nos obliga aún más a apostar por la articulación de distintas voluntades en torno a un proyecto político. Para ser más claro: un proyecto político es mucho más que una categoría de análisis.

La abstracción teórica que puede suponer su utilización por cientistas políticos impone la realidad de construir desde y por sobre las diferencias una amalgama de voluntades que supere la dinámica que plantean las encuestas. Es porque el todo debe ser más que la suma de las partes.

Un proyecto político, además, exige que a pesar de las diferencias encontremos un horizonte común para la felicidad del pueblo y la
grandeza de la nación. Los peronistas, con una historia próxima a cumplir 68 años, levantamos con orgullo las banderas de la justicia social, la soberanía política, la independencia económica y los derechos humanos. Esto que muchos saben y repiten de memoria como si fuera alguna gloriosa formación de su equipo de fútbol favorito, ha cobrado una inédita actualidad con la conducción nacional de Néstor Kirchner, Cristina Fernández y de Daniel Scioli en la Provincia de Buenos Aires. A lo largo de estos diez años muchos peronistas y sobre todo los jóvenes, logramos confirmar nuestra identidad y vocación; nuestra irrevocable creencia en la política como herramienta de servicio y transformación.

Que el primer candidato a diputado nacional por el Frente para la Victoria en la Provincia de Buenos Aires sea Martín Insaurralde es síntoma de lo que venimos afirmando: un intendente joven que se ha dedicado más a gobernar que al marketing y la comunicaciónDe manera tal que el secreto para estos tiempos febriles es el trabajo. La palabra sacrificio proviene del latín, “sacro facere”, e implica un hacer sagrado. En cierto modo la política nos pide este sacrificio de despojarnos de nuestras individualidades para que un nosotros cada vez más incluyente pueda formular y darle forma a los sueños que tenemos. En buena medida pudimos hacerlo desde 2003 con la política al mando. Continuar este camino exige abandonar las mezquindades y otorgarle un sentido colectivo a todo lo que emprendemos.