Por: Francisco Cafiero
De un tiempo a esta parte en la Argentina se discute de todo. Esto que a priori es saludable, cuando se agregan como condimentos la malicia y la ignorancia es catastrófico.
Así las cosas, hoy es el turno del mapa bicontinental de la República Argentina, sancionado por la Ley 26.651 hace casi cinco años y que aparece cuestionado en una nota del Diario La Nación.
Pero vayamos al texto, la ley establece “la obligatoriedad de utilizar en todos los niveles y modalidades del sistema educativo como así también en su exhibición pública en todos los organismos nacionales y provinciales, el mapa bicontinental de la República Argentina el cual muestra la Antártida Argentina en su real proporción con relación al sector continental e insular”.
No obstante la incuestionable legitimidad de la norma, en este y tantos otros casos encontramos una oposición que, con dudoso republicanismo, apela constantemente a diversos mecanismos, entre ellos judiciales, para obstruir todas aquellas leyes que no les gustan o les parecen inoportunas.
Es por lo menos curioso que los mismos actores que en la escena pública reclaman la recuperación de las instituciones sean quienes han socavado como pocas veces en la historia argentina a la propia función pública. Porque, seamos claros, cuando se judicializa la política la discusión por sí misma pierde peso, y se desgasta ni más ni menos que la democracia y los valores que la sustentan.
Judicializar la política como respuesta a la hegemonía del peronismo ha sido el peor ensayo de esta década, sobre todo cuando esa misma hegemonía no tuvo su correlato electoral; porque el kirchnerismo ha ganado y perdido elecciones. La imposibilidad de aplicar la Ley de Medios tal vez constituya la muestra más importante del daño causado, pero de ningún modo es el único. La oposición, con total irresponsabilidad, ha decidido hace tiempo utilizar canales ajenos a la política. Ahora vemos con dolor las consecuencias a diario.
El mapa bicontinental, sin embargo, no es sólo un episodio más en las habituales disputas. Lo que plantea la utilización de este mapa es la necesidad de repensar nuestro territorio, no desde un mero papel, sino desde una conciencia política ciudadana. Quizás algunos descubrieron tarde que los mapas tienen ideología, pero plantearlo como una novedad y como si fuera algo malo es otro de los dislates a los que tristemente nos vamos acostumbrando.
Cuando uno ve la posición de nuestras Islas Malvinas en el mapa bicontinental comprende el valor geopolítico que conservan y la negativa de Gran Bretaña a ceder en la discusión por la soberanía. Entiende, a la vez, el inmenso valor en recursos que puede constituir para generaciones futuras de argentinos.
Sabemos que no existe para todo tiempo y lugar una correspondencia entre identidad, territorio y representación. Pero sí hay una necesidad de educar en valores para asumir la responsabilidad y el compromiso de cuidar lo que es nuestro.
Es que la idea de una Nación justa, libre y soberana nos va a trascender a todos, incluso al kirchnerismo y a sus acérrimos opositores.
El mapa bicontinental no sólo nos hace tomar conciencia de la real dimensión de nuestro territorio y de la extensión marítima de nuestro país sino que además nos enseña lo que nos pertenece; lo que en un futuro no tan lejano será objeto de numerosos conflictos mundiales.
Los recursos naturales de la Antártida Argentina, la reserva de agua dulce que resguarda y las actividades de investigación y desarrollo que allí se realizan no pueden reducirse a un debate vacío de real contenido.
Esta posición no es nueva, la historia argentina respalda la perspectiva que nos ofrece el mapa bicontinental: hace más de cien años que los argentinos estamos en la Antártida. Ya el General Perón sostenía que la Antártida era el asunto magno de la Argentina, así fue que ordenó al Coronel Pujato penetrar costas adentro el “Continente Blanco”; fue hace más de sesenta y cuatro años. La hazaña configuraba una política estratégica en el sector y cristalizaba la vocación política que la proyectó.
Por eso, minimizar las diferencias ideológicas a una mera cuestión geográfica y plantear como un obstáculo el costumbrismo de las aulas es caer en la resignación.
La obligatoriedad del uso del mapa bicontinental es una iniciativa que promovemos desde la Provincia de Buenos Aires y que consideramos necesaria para encarar la etapa del desarrollo que se aproxima. Cuenta, a su vez, con el respaldo de numerosos pensadores y referentes académicos y políticos. Hoy es objeto de la absurda discusión en la que los argentinos nos vemos inmersos: la de cuestionar las leyes y normas con las que regulamos la sociedad en la que queremos vivir.