Este fin de año la temperatura social en la Argentina alcanzó picos extremos, no por el cambio climático, sino producto del corrimiento del velo que deja ver que la “década ganada” es beneficio exclusivo para las primeras figuras del kirchnerismo y una “década desvastada” para el país. Por el dolor de ver que el bienestar del que disfrutan unos pocos está apoyado sobre el creciente sufrimiento de la gente.
Diciembre 2013 fue atípico, pero sintomático. Desde 2001 que no ocurría con tanta intensidad que frente a cada conflicto la respuesta fuera salir a la calle como consecuencia de la falta de credibilidad institucional, de explicaciones y soluciones reales.
En los primeros días el protagonismo fue de las protestas de efectivos policiales en 21 distritos del país -quedaron al margen Ciudad de Buenos Aires, Santa Cruz y Santiago del Estero- que trajeron como consecuencia saqueos, cacerolazos, represión policial y más de una decena de muertos. El segundo turno se los llevaron los largos y extendidos cortes de luz que produjeron problemas de suministro de agua y al menos 13 muertos. La respuesta social se hizo escuchar con más de 250 cortes de calle sólo en Capital Federal.