Ser jóvenes hoy nos abre posibilidades que nunca antes habíamos tenido. Si bien desde el último medio siglo ser joven está de moda, es recién en este tiempo que les llega la oportunidad de exigir y participar desde adentro de nuestro sistema político. La juventud no es rebeldía vacía que patalea para tirar todo por la borda, es una fuerza que reclama y está en un proceso de formación constante para pedir a los políticos y a la sociedad que los escuchen y les den respuesta a sus necesidades. Es una juventud distinta a las anteriores; más informada, con mayores recursos sociales y tal vez con un rasgo particular para la Argentina: es la primera que nació y creció en democracia, que entiende el sentido de la participación como una oportunidad y al país como un terreno para desarrollar sus potencialidades.
Días atrás se hicieron presentes en las urnas, de manera masiva. Pero no sólo es ahí donde hay que escucharlos, no es ésa la única herramienta de participación y ellos ya lo saben. Entienden, en definitiva, que la democracia debe ejercerse todos los días. Ellos conviven con los problemas que los afectan como la discriminación, la exclusión social, los niveles cada vez más elevados de violencia y la deserción escolar.