Para combatir la desigualdad, tenemos que enfocarnos en la educación

Son muchos los indicadores que señalan que el mundo finalmente ha dejado atrás lo peor de la crisis económica de 2008. La economía mundial, de acuerdo con la OCDE, se encuentra en un entorno económico “moderadamente positivo”. El desempleo está disminuyendo y los inversores están recobrando su confianza en los mercados.

Mientras la recuperación se consolida, y el miedo de un colapso económico aun mayor se desvanece, la desigualdad ha cobrado nuevamente un papel protagónico en la agenda global. En Estados Unidos, por ejemplo, el presidente Barack Obama utilizó su discurso del State of the Union de hace unos meses para subrayar que, en los últimos años, “la desigualdad ha ganado terreno y la movilidad de clases se ha estancado”.

También en el resto del mundo, la inequidad ha vuelto al centro del debate. Incluso los círculos financieros están empezando a reconocer la urgencia del problema. En la más reciente cumbre del Foro Económico Mundial de Davos, no sólo el Papa Francisco exhortó a los líderes del mundo a combatir la desigualdad y la exclusión social, sino que el Foro mismo declaró que la mitigación de la inequidad es una prioridad. “La desigualdad económica”, se lee en uno de los comunicados del Foro, “constituye un grave riesgo al progreso humano, afecta la estabilidad social en los países y representa una amenaza a la seguridad a nivel global”.

Desafortunadamente, ante la creciente atención mediática, los líderes políticos están adoptando posturas partidistas cada vez más radicales al ofrecer soluciones al problema de la desigualdad. Ambas partes parecen cada vez menos dispuestas a ceder. Y, mientras la lucha por la igualdad sea reducida a un combate político-ideológico, las posibles soluciones continuarán avanzando lentamente.

En medio de este agitado debate, hay una alternativa menos polémica cuyos efectos sobre la desigualdad tienen un gran impacto: la educación. En el largo plazo, un combate efectivo a la pobreza y desigualdad requiere garantizarles a todos los ciudadanos la oportunidad de no sólo tener un trabajo digno, sino también de desarrollar sus habilidades y capacidades al máximo. Por lo tanto, mejorar la calidad de la educación, en la medida en que promueve las habilidades necesarias para el trabajo en el siglo XXI, es un mecanismo tanto técnicamente viable como políticamente alcanzable para incrementar la movilidad social.

Este es el argumento de Josh Kraushaar en un artículo reciente de la revista The Atlantic. La esencia del asunto de la desigualdad, él explica, es que “los niños de menores recursos no tienen las mismas oportunidades educativas que los ricos”. Y este problema inicial se acentúa con el tiempo. Mientras los niños con más recursos económicos y mejor educación generan mayores ingresos a lo largo de sus vidas, los pobres se quedan cada vez rezagados.

La magnitud del desafío es abrumadora, particularmente en una región como América Latina. De acuerdo con cifras de Worldfund, mientras que, en promedio, 92 por ciento de los niños latinoamericanos entran a la primaria, son mucho menos los que llegan a la secundaria –en Brasil, 41%; en México, sólo 35%.

Además, en una economía globalizada, ante un mercado laboral cada vez más competitivo, la baja calidad de la educación latinoamericana presagia un futuro poco prometedor para los niños de la región que sí terminan sus estudios. Alarmantemente, 50% de los mexicanos, colombianos y brasileños no han desarrollado las habilidades necesarias para entender los problemas más básicos de ciencias y matemáticas. Si consideramos el nivel de variación de la calidad educativa dentro de cada país, particularmente entre zonas urbanas y rurales, el panorama para la desigualdad es aún más desalentador.

Por si fuera poco, las nuevas tecnologías también están contribuyendo a ampliar la brecha de la desigualdad. Los trabajos que requieren habilidades tecnológicas – y, por lo tanto, una buena educación –, son cada vez mejor pagados. Mientras tanto, los salarios de los trabajadores poco calificados continúan estancados, o cayendo. Como Tyler Cowen explica en su libro Average is Over, “los trabajadores serán clasificados en dos categorías… La pregunta crucial para ser contratado para la mayoría de los trabajos será: ¿eres bueno para trabajar con máquinas inteligentes?

Hasta que encontremos mejores formas de que todos accedan a herramientas para formar parte de esta nueva era de la sociedad del conocimiento, la desigualdad sólo continuará incrementando. La educación es una las pocas maneras –quizás la única– que, como sociedad tenemos para solucionar de raíz el problema de la divergencia de ingresos, en lugar de sólo mitigar sus peores aspectos.

Bienvenida la innovación en la educación brasileña

Los sistemas educativos en América Latina están gradualmente incorporando más innovación –algunos más, otros menos. Pero en el caso de Brasil, parece más una invasión de innovación y nuevas tecnologías.

Cada año, se realiza en la ciudad de San Pablo el LearnFest, una conferencia de alcance global que busca promover la innovación educativa a través del emprendimiento y la tecnología. Su organizador, Russell Goldman, se muestra optimista sobre el futuro. “Brasil lidera hace tiempo la agenda digital, pero en los últimos 5 años ha visto una explosión en la actividad emprendedora. Una revolución que comenzó con una nueva ola de iniciativas de comercio electrónico, desarrolladores e incubadoras de e-cosistemas y que ahora está llegando a industrias reguladas y de impacto como la educación y la salud”, explica. “Es emocionante e inspirador al mismo tiempo”.

El sistema educativo brasileño presenta una urgente necesidad de mejora, con una calidad que sigue siendo baja para demasiados alumnos. En las últimas pruebas PISA, Brasil obtuvo 391 puntos en matemática, en contraste con la media de 494, mientras que en ciencias registró el segundo peor desempeño entre los países evaluados. En tantoen lectura, el país sacó 410 puntos, 80 por debajo de la media. De acuerdo a PISA, el promedio de alumnos de 15 años con déficit en habilidades básicas para leer alcanza al 50% -en contraste con el 19% registrado en otros países de la OCDE.

Estos números son preocupantes, la educación brasileña no logra seguir el ritmo del progreso económico del país. La clase media se ha expandido del 38% de la población total al 50% en sólo una década. Sin embargo, las realidades socioeconómicas siguen siendo determinantes en la calidad educativas de los estudiantes. La deserción escolar es todavía un desafío, especialmente en alumnos de menores ingresos: sólo 23% de los estudiantes del quintil más pobre se gradúa de la escuela secundaria. Además, únicamente el 11% de los adultos brasileños cuentan con estudios postsecundarios, lo que dista mucho de los promedios de la OCDE.

Este punto fue comentado este año en LearnFest por Denis Mizne, Director Ejecutivo de la Fundacao Lemann. Fundada en 2002 por el exitoso empresario Jorge Paulo Lemann, la Fundación promueve tecnologías y técnicas innovadoras de alto impacto sobre los resultados educativos.

Mizne dejó claro que las currículas necesitan adaptarse al siglo XXI si quieren ser efectivas. “Como hemos visto en otros sectores, la tecnología pronto saturará todo”, argumentó, “las escuelas, los padres y los estudiantes –el ecosistema educativo completo”. Y agregó: “En Brasil, tenemos lo básico: infraestructura, docentes, menús escolares, transporte, pero necesitamos que los estudiantes aprendan, y es aquí donde la innovación realmente puede agregar valor”.

El estadounidense Ky Adderley es otro ejemplo de la cultura innovadora que invade Brasil. Adderley comenzó como docente en Washington DC y fundó su primera escuela chárter a los 30 años en Brooklyn, Nueva York. Más tarde, en 2011, llevó su experiencia a Rio de Janeiro, donde trabajó con los locales Sistema Elite y Gera Ventures para replicar el modelo de escuelas. “Personalización, educación combinada, y currículas adaptables están presentes en todo debate aquí en Brasil”, explica.

Como en todos los países latinoamericanos, el rol de los docentes es fundamental en el debate sobre calidad educativa. Rafael Parente, quien fue Vice Ministro de Educación de Rio de Janeiro, argumenta que para mantener estos cambios, la formación y entrenamiento docentes también deben incluir las habilidades “blandas”-trabajo en equipo, pensamiento crítico, y adaptabilidad- que el mercado laboral demanda de los estudiantes.

En efecto, en Rio, el gobierno municipal ha hecho un esfuerzo integral a través de una serie de iniciativas para incorporar en sus docentes las ventajas del cambio y la adaptación – como paso previo a cualquier lección de tecnología. Parente señala que los docentes son desafiados por estos cambios empezando por el hecho de que no empezaron sus carreras como nativos digitales. Pero al mismo tiempo, aún son lo suficientemente jóvenes –la mayoría entre 30 y 45 años de edad- como para aprender nuevas formas de hacer las cosas.

Una de las claves del caso de Rio, como en tantos otros lugares, fue involucrar a grupos de la sociedad civil en la estrategia. En palabras de Parente, “la innovación se expande en todo Brasil pero aún necesitamos más presión desde la base de la pirámide, desde la sociedad civil, ONGs, y presión sobre los líderes políticos para continuar impulsando la reforma”.

Adderley concluye: “Los brasileños aún no están lo suficientemente indignados con la baja calidad de la educación” ni reclaman lo suficiente a sus dirigentes políticos. “Aun necesitamos más de eso en Brasil”.

Graduación escolar en América latina: el vaso, ¿medio lleno o medio vacío?

Probablemente no sea una sorpresa sostener que la calidad de la educación es mayor en las zonas urbanas que en las rurales. A pesar de que ha habido un crecimiento económico sostenido en la última década principalmente impulsada por el sector primario -petróleo, gas, cobre, oro, soja, entre otros-, el impacto en la educación de las áreas rurales ha sido muy limitado.

Los residentes de las ciudades tienen una tasa de graduación hasta un 26% más alta que la de los habitantes rurales, un signo alarmante de la desconexión en la transición de la escuela al trabajo. La estadística proviene de una reciente publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) firmada por los especialistas Marina Bassi, Matías Busso y Juan Sebastián Muñoz.

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¿Donde trabajará el 50% de latinoamericanos sin estudios secundarios?

Entre 2013 y 2040 cerca del 40% de la fuerza laboral de América Latina no contará con título secundario. ¿Cómo podrá la región sostener el crecimiento económico de la última década cuando casi la mitad de su capital humano carece de las competencias básicas para competir en este siglo? ¿De dónde vendrá la innovación, el crecimiento de la productividad, la capacidad de emprender que todos los economistas destacan como el único camino para saltar al próximo nivel de desarrollo económico?

Si bien América Latina ha mejorado mucho en términos de acceso a la educación a nivel de escuela primaria e inicios del secundario, la deserción escolar sigue siendo muy alta. Según datos del Banco Mundial, sólo el 55% ha terminado la preparatoria en México, el 50% en Argentina, el 60% en Colombia y casi el 70% en Chile. A ello se suma el hecho que la población estudiantil que sí se gradúa, lo hace con indicadores de calidad bajos que los ubican en las últimas posiciones de todos los ránkings internacionales.

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Educación 3.0

Con tantas voces hablando sobre educación, tantas instituciones como la ONU, la OCDE, la UNESCO, fundaciones, pensadores y formadores de opinión enfocándose en la reforma educativa, ¿por qué sigue siendo tan difícil mejorar la calidad y ver resultados positivos?

Las economías siguen creciendo y transformándose. Nuevas industrias surgen y otras viejas se evaporan. La necesidad de capital humano cambia casi todos los días, pero la educación no parece cambiar. El reciente libro Redesigning Education: Shaping Learning Systems Around the Globe, del Programa Global de Líderes de Educación (GELP), reflexiona de forma innovadora sobre estas cuestiones. El propio GELP es una innovación bienvenida al debate educativo, un grupo formado por líderes educativos de nueve países diferentes en los cinco continentes. Pero a diferencia de otros grupos similares, incluye inversores, empresarios y pensadores que entienden que el debate para mejorar la educación no puede estar enfocado únicamente en el funcionamiento del sistema educativo actual, sino que hay pensarlo desde una transformación más profunda. Tal vez no relacionada con cambiar instituciones públicas o políticas específicas, sino más bien abriéndolo a la incorporación de otros actores.

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