Jorge Luis Isidoro Borges, un compatriota notable al que sus ideas le cerraron injustamente el camino de Estocolmo, fue un acérrimo enemigo del Estado, entendido este como emprendedor de actividades económicas. Es suficiente leer alguno de sus cuentos relacionados con cuchilleros famosos por su valor y su hidalguía para llegar a esa conclusión. Decía el inigualable vate en uno de ellos: “La hoja del peleador orillero, sin ser tan larga —era lujo de valientes usarla corta— era de mejor temple que el machete adquirido por el Estado, vale decir con predilección por el costo más alto y el material más ruin” (Borges se refiere en este caso a la pelea entre el malevo y el policía).
El pensamiento del escritor argentino nos lleva a la malograda licitación que realizara el pasado Gobierno de la señora Cristina Fernández de Kirchner respecto del operativo Cunitas, el cual debe inscribirse en una de los fracasos más atrayentes de su efímero reinado.
No sólo, según trascendiera, son “ruines” (para emplear un término borgeano) los materiales empleados, sino que la confección misma adolece de tantas fallas que un Gobierno serio tendría que haberlas rechazado, a estar a lo dicho en diversos medios. Inscríbese este fracaso en los tristemente famosos casos de los guardapolvos quemados o la leche en mal estado que convirtiera, lamentablemente, en célebres los nombres de Bauzá y Spadone. Continuar leyendo