Días pasados, cuando el presidente sirio Bashar Al-Assad anunció su candidatura para un tercer mandato presidencial, recordé un pasaje de la obra Esperando a Godot, de Samuel Beckett. Este clásico del teatro del absurdo, cuya trama carece intencionalmente de hecho relevante alguno, es altamente repetitiva y simboliza el tedio y la carencia de significado de la vida humana. En uno de sus pasajes, Estragón, uno de los dos vagabundos que esperan en vano a Godot afirma: “¡No puede ser peor!’ El comentario se completa con la respuesta de Vladimir, el otro vagabundo, que responde: “Eso es lo que tú piensas”.
La impresión de que hay un toque del absurdo en la situación siria se reforzó hace unos días, cuando los medios de comunicación oficiales en Teherán informaron que la República Islámica planea enviar “veedores” para asegurar la “libertad y la regularidad de la elección de Siria” el próximo mes de junio. De mínima, suena kafkiano que los mullah iraníes serán los garantes de unas elecciones libres en Siria. Es como colocar al gato al cuidado del canario.