Clima enrarecido

Corre el mes de febrero. Neonazis le dan una brutal paliza en Mar del Plata a un activista del colectivo LGTB. De yapa, destrozan el local de la organización. Nos mudamos a marzo. También en la ciudad balnearia, una itaca (por ahora, la única culpable) talla con cinco balazos la fachada de un local de La Cámpora. Más plomo, esta vez en tierras porteñas. Balacera contra un local de Nuevo Encuentro en Villa Crespo. El saldo son dos mujeres heridas. Ambas están fuera de peligro. El odio, esta vez, no tuvo puntería.

Una extraña espiral de violencia cobra relieve en la política dómestica. Ciertos gérmenes de intolerancia se materializan en un malevaje visceral. ¿Nostálgicos de la Liga Patriótica? Puede ser: nacionalismo, catolicismo y homofobia es el cóctel de la primera agresión. En los otros dos atentados prevalecen el anonimato, la inorganicidad y el silencio. No hay patrones ni indicios que endilguen la autoría a algún espacio político en particular. Sólo queda clara una cosa: el kirchnerismo es el blanco.

Pero, más allá de la autoría, el método y los fines de estos agravios, vale la pena reposar el lente reflexivo sobre las condiciones sociales, mediáticas y políticas que permiten su irrupción. Repasar el momento que estamos atravesando. Escarbar en la realidad para intentar encontrar algunas razones, explicaciones o al menos hipótesis. Alguna línea que invite a pensar por qué el presente le abre la puerta a este tipo de anomalías. Continuar leyendo

Los siameses Daniel y Mauricio

El escenario electoral actual ofrece dos niveles de análisis. Si elegimos el lente sin aumento para decodificar la realidad, observamos que hay una polarización imperante entre dos fuerzas: Cambiemos y Frente para la Victoria. Enfrentamiento que, básicamente, reposa en las diferencias que habitan en la genética de las estructuras (recursos, comunicación, militantes, estética, desarrollo territorial, etcétera) que impulsan a los dos candidatos de mayor fuste y en sus respectivas tradiciones (el macrouniverso del peronismo y el club del liberalismo autóctono).

Pero si escogemos el microscopio y lo colocamos sobre el tipo de liderazgo que ejercen Daniel Scioli y Mauricio Macri, la dicotomía le deja su asiento a la homogeneización. Ambos aspirantes, por más que le duela al círculo rojo y al kirchnerismo progresista leal a las directrices de CFK, poseen numerosas similitudes. Y no solo en su visión económica (los dos equipos económicos afirmaron que, después del 10 de diciembre, será ineludible sentarse a negociar con los fondos buitres para acceder al crédito internacional), sino también en su muñeca política.

Tanto el cabecilla naranja como el adalid amarillo poseen unos rasgos que el intelectual Joseph Nye (junior) ubicaría en la categoría de liderazgo femenino. Se los percibe dispuestos a colaborar con los demás, intercambian opiniones con adversarios, son integradores (dentro de ciertos márgenes, obviamente) y replican conductas de sus seguidores. Características, por ejemplo, ausentes en CFK, que, siguiendo la estela del teórico norteamericano, paradójicamente, se encuadraría en el liderazgo masculino: firme, competitiva, absorbente y decidida a dirigir la conducta de los demás. Las vueltas del léxico genérico. Continuar leyendo