Los episodios de violencia que están sacudiendo a Venezuela y que han acabado con la vida de varios estudiantes en estos días han puesto en evidencia el desmoronamiento de un modelo que se muestra incapaz de gestionar cualquier función esencial de gobierno, y que además impone el terror en las calles para frenar las protestas sociales que su impotencia ha generado.
El chavismo-madurismo ha demostrado ser generador de caos y desgobierno en todos los órdenes de la vida pública, especialmente en la economía y en la seguridad. Las bandas delictivas, los “malandros” motorizados afines al gobierno, tienen patente de corso para disparar y matar. Se trata del régimen de terror al que nos tienen acostumbrados quienes deciden liberar los demonios del resentimiento para dar barra libre al crimen y la violencia con fines políticos. El país se ha situado entre los más violentos del planeta y está a la cola mundial en todos los índices que mensuran componentes esenciales de la democracia: seguridad jurídica, libertad de expresión, poder judicial independiente o separación de poderes. La consecuencia inevitable del caos es la anarquía y ésta es contraria a cualquier proyecto político viable. Venezuela, como proyecto de República, esta siendo devastada.