Max Weber ya había diferenciado el mundo académico del mundo político. El primero estaba regido por la ética de la verdad, que era el propósito de su tarea, sin importar las consecuencias que los hechos o las palabras pudieran generar. Por el contrario, en el mundo político, la ética estaba referida a la responsabilidad y los políticos debían prestarles especial atención a los efectos de sus actos. Se oponían así la ética de la verdad, propia de los académicos y la ética de la responsabilidad, que rige en el mundo político.
Lilita Carrió se encuentra entre ambos escenarios. Su preparación intelectual la pone por encima de sus colegas políticos y posiblemente sea la más académica de los políticos. Pero también podría ser la más política de los académicos. ¿En qué mundo hay que colocarla, cuando se pronuncia en temas muy delicados y que conmueven a la sociedad, pero mucho más profundamente al mismo partido al que pertenece, sin importarle las consecuencias? ¿Privilegia la verdad, como una académica, o debería tener más responsabilidad sobre lo que dice, como política?
La percepción de la sociedad sobre Carrió es ambivalente. Juega a su favor el crédito que la gente da a sus palabras. Pero también le juega en contra el ser percibida como alguien destructivo, incapaz de mantener en el tiempo lo que ella misma ha fomentado. Continuar leyendo