El sábado mientras veía un noticiero en la tele de un bar y se referían a la economía, oí una voz que decía: “Hablan y hablan y no les creo desde que dicen buenos días”. ¿Quién dijo eso? Cacho, taxista, 62 años, hincha de Racing, simpático y luchador. “¿No hay mucha confianza, no?”, le pregunté. “Que va haber confianza, si nadie sabe qué hacer. Mirá, desde el ‘89 que no voto más. Estoy harto de todos y de todo. Puede venir el genio de la economía mundial, y esto sigue igual, viejo. Hasta que no cambiemos de verdad, este país no tiene solución”. Disparé: “¿Y para vos qué es cambiar de verdad?”. Cacho no dudó: “Acá cualquiera hace lo que quiere y no le pasa nada. Nadie le cree a nadie. El que quiere mentir miente, el que quiere robar roba y viva la pepa. ¿Te parece a vos que podemos confiar entre nosotros?”
Si Cacho fuera James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton, quien en 1992 gritó “¡Es la economía, estúpido!”, y luego ganó la presidencia; hoy Cacho le diría a cualquier político, dirigente o líder de opinión argentino: “¡Es la confianza, estúpido!”
Si hiciéramos un análisis del discurso en los medios sobre la economía, nos encontraríamos con que en los últimos días se comienzan a introducir conceptos que quieren expresar algo que está más allá de la economía.