Por: Guillermo Nanni
El sábado mientras veía un noticiero en la tele de un bar y se referían a la economía, oí una voz que decía: “Hablan y hablan y no les creo desde que dicen buenos días”. ¿Quién dijo eso? Cacho, taxista, 62 años, hincha de Racing, simpático y luchador. “¿No hay mucha confianza, no?”, le pregunté. “Que va haber confianza, si nadie sabe qué hacer. Mirá, desde el ‘89 que no voto más. Estoy harto de todos y de todo. Puede venir el genio de la economía mundial, y esto sigue igual, viejo. Hasta que no cambiemos de verdad, este país no tiene solución”. Disparé: “¿Y para vos qué es cambiar de verdad?”. Cacho no dudó: “Acá cualquiera hace lo que quiere y no le pasa nada. Nadie le cree a nadie. El que quiere mentir miente, el que quiere robar roba y viva la pepa. ¿Te parece a vos que podemos confiar entre nosotros?”
Si Cacho fuera James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton, quien en 1992 gritó “¡Es la economía, estúpido!”, y luego ganó la presidencia; hoy Cacho le diría a cualquier político, dirigente o líder de opinión argentino: “¡Es la confianza, estúpido!”
Si hiciéramos un análisis del discurso en los medios sobre la economía, nos encontraríamos con que en los últimos días se comienzan a introducir conceptos que quieren expresar algo que está más allá de la economía.
El viernes pasado, Aldo Ferrer dijo: “Hay un problema de expectativas grave”. El mismo día el economista Guido Sandleris, citado en un artículo en de The Economist, aseguró que el problema central es “la falta de credibilidad”. El sábado Luis Miguel Etchevehere, titular de SRA, manifestó: “¿Quién puede confiar en un peso que se hace agua en las manos?”, y el mismo día Domingo Cavallo agregó: “Si existiese confianza sería posible liberalizar el cambio”.
Cacho, tenés razón. Hay un problema más grande que el manejo técnico de la economía, que se repite en casi todos los gobiernos desde que tengo uso de razón. Todos desconfiamos de todos. The Economist dice que “a la Argentina se le acabó la fiesta” y vos decís que “acá cualquiera hace lo que quiere”. Es lo mismo Cacho.
Expectativas, credibilidad, confianza, valores, conducta… ¿Cómo hacemos para comenzar? Pienso que el primer paso sería que los argentinos tengamos memoria, pero para acordarnos de que siempre estamos pensando en el dólar, en que siempre estamos en crisis de valores, de confianza, de que nadie nos cree, ni siquiera nos creemos entre nosotros mismos.
No podemos ser tan ingenuos de estar todo el tiempo pensando en medidas técnicas, como si fuéramos a descubrir la fórmula mágica para solucionar todos los males de la economía. O peor aún, como ha ocurrido en otros momentos de nuestra historia, esperar a un falso mesías que venga a apagar el incendio económico-financiero. Ya conocemos el final.
Sin crecer de manera sólida como sociedad cualquier medida que tomemos fracasará si no hemos trabajado la confianza a lo largo de un período, por el simple hecho de que la mayoría hará exactamente lo contrario por la simple razón de que desconfía.
Una vez un amigo me dijo: “las cosas se hacen entre amigos, y si no, no se hacen”. A los argentinos no nos une ni el amor ni la amistad como sociedad. Permanentemente nos está uniendo el espanto, y en el espanto no hay confianza, ni diálogo, ni relaciones, ni comunicación.
Con Cacho terminamos haciéndonos preguntas sin respuestas, como: “¿Por qué improvisamos todo el tiempo?, ¿por qué nos da igual ser o no ser creíbles? ¿Por qué no trabajamos en comunión?”
Cacho, fue un gusto conocerte.