Por qué ganó Dilma en las favelas

Hace pocos días finalizaron las elecciones más reñidas que supo tener nuestro gigante vecino y estamos en tiempo de evaluaciones. Hay miles de análisis, son pocos los desinteresados y la gran mayoría están cargados de animosidad y parcialidad ideológica hacia uno u otro sector. La historia electoral de Brasil dirá que el margen final entre los dos candidatos en el balotaje –Dilma Rousseff y Aécio Neves– fue el más estrecho desde el regreso de la democracia, pero también recordará esta contienda como la más feroz, como una batalla desconocida para la política casi light de nuestros socios, con chicanas, operaciones de prensa y acciones impensables que dejaron un tendal de heridos y consecuencias que aún no es tiempo de mensurar. Continuar leyendo

Menos de 50 días para despejar tanta duda

Quedan ya menos de cincuenta días y Brasil palpita su Mundial entre mil preocupaciones. Su estrella, Neymar, está “entre algodones”, luego de una lesión ocurrida jugando en el Barcelona. También se ha visto en estos días que el estadio Arena/Corinthians, en San Pablo, se encuentra “entre algodones” mientras vive horas febriles tanto de día como de noche, para llegar con sus obras en término para la gran cita del 12 de junio cuando se enfrenten Croacia y el gran anfitrión en el partido inaugural de la Copa del Mundo.

Esta es tan solo la superficie de un mar de dificultades que acechan la realización del magno evento, que tendrá seguramente el encendido más alto de la historia, en esta hiperexplosión que ha ocurrido en los múltiples medios de comunicación que llegaron con el siglo XXI.

De todos los interrogantes, la pregunta seguramente más importante se develará in situ. La cuestión es si el extraordinario espíritu nacional del pueblo brasileño, sumado a su orgullo y  calidez, prevalecerá o no sobre todas las diferencias existentes y logrará la unidad para dejar a su nación en la cúspide de la consideración mundial. Si sucediera lo contrario, las divisiones, los movimientos “antimundial”, el accionar de la delincuencia combinada con el narcotráfico y las potenciales huelgas, privarían al mundo de una fiesta sin par y también podrían afectar seriamente las aspiraciones de Brasil de sumarse a los líderes que toman las decisiones en el tablero político estratégico mundial.

Está dicho, pero vale la pena repetirlo, que nos sumamos a los que rezan por la victoria política. Mucho más allá de nuestra mezquindad deportiva (cruzamos los dedos por los nuestros –Messi más diez–), ya que es una razón de Estado para la Argentina el buen destino de nuestros vecinos.

De los múltiples conflictos internos, quizás la greve (huelga) sea uno de los rompecabezas más complejos a resolver. Podría darse en los servicios públicos, como el transporte terrestre o los movimientos aéreos y podría paralizar ciudades ya de por sí saturadas, a las que se le sumarán cientos de miles de turistas. La visita del Papa Francisco a Río ya mostró cómo los sistemas pueden colapsar con cierta facilidad. Si “para muestra basta un botón”, como dice el refrán popular, basta observar el envío de 6000 efectivos del Ejército la semana pasada con destino a Salvador, capital de Bahía. Allí, luego de una huelga, permanecía acuartelada la Policía Militar por la detención de su líder sindical. Para algunos analistas no fue una greve común, sino más bien un mensaje que, de algún modo, anticipa la gravedad de lo que podría acontecer si esto ocurriera en forma simultánea en varios estados.

El esfuerzo está hecho y la inversión fue de características extraordinarias, sobre todo para un país que pese a haber mejorado sensiblemente en lo social, aún tiene una importante deuda con los menos tienen. El plan de seguridad tiene 800 millones de dólares invertidos y se emplearán en él más de 100.000 hombres, entre militares, policías, agentes federales y de inteligencia. Todo ello será acompañado de una logística de primer orden y de una apoyatura tecnológica en tiempo real, con un monitoreo constante sobre las doce sedes. Lo cierto es que se deberán atender mil hipótesis internas, además obviamente de las externas. Entre estas últimas, figurará sin duda el increíble atractivo que tiene para el terrorismo internacional, la posible realización de una acción de gran escala en ese escenario donde está puesta la mirada de todo el planeta.

Existe una broma algo macabra entre los jóvenes que se manifiestan en contra de estos gastos tan descomunales. Ellos manifiestan que también quieren “estándares FIFA” para los hospitales y el transporte, en una irónica referencia a las exigencias de la organización Mundial del fútbol en relación con el cumplimiento de los estándares para los lugares deportivos donde se realizará la competición.

Sin duda, Río de Janeiro es la gema dorada de las sedes, no solo porque en ella se hará el acto inaugural y donde se definirá la final de la Copa un mes después, sino porque carga sobre sus espaldas el compromiso de organizar, casi inmediatamente después, los Juegos Olímpicos de 2016. Allí es donde la problemática de las favelas (existentes también en otros lugares de Brasil, por supuesto) es particularmente central y en estas horas reina la preocupación debido al éxito relativo que están teniendo las medidas implantadas desde hace varios años para poder controlarlas. El ingreso de las Fuerzas Armadas y el empleo de Unidades de la Policía Pacificadora para que el Estado esté presente en zonas ocupadas con total libertad por la delincuencia –en particular, el Comando Vermelho– encuentra serias dificultades y ha obligado, una vez más, a emplear las fuerzas militares para recuperar presencia pública en estos sectores gigantes y marginales de la sociedad carioca. El arduo trabajo realizado por el gobernador Sergio Cabral y su experimentado Secretario de Seguridad Pública, José Mariano Beltrame, fue iniciado en el 2008 y tuvo éxitos palpables durante un tiempo. Hoy enfrentan su prueba de fuego: más de 10.000 hombres y mujeres de la Policía Pacificadora están allí, en lo que ayer era tierra de nadie. El propio Beltrame estuvo en estos días en Buenos Aires explicando la base de su plan con posibilidades de aplicarse en nuestras villas de emergencia. Sin embargo, como era de esperar, el narcotráfico disputa el espacio perdido e intenta recuperar su rol interno dentro de la favela. Esta también será una de las mayores incógnitas vinculadas a la época del Mundial. Sabremos cuando concluya si nombres como Complexo do Alemao, Rosinha, Cidade de Deus o Jacarezinho pasarán desapercibidas o se volverán tan famosas como las playas de Copacabana, Leblon o Ipanema.

Menos de 50 días para despejar tanta duda, dos meses cruciales para Brasil y la Región, mucho más allá del encuentro del fútbol que tanto ansiamos. Sin duda la pregunta inicial seguramente será la clave: ¿prevalecerá el sentimiento nacional profundo de nuestros vecinos y socios?… ¿Podrán superar sus diferencias como lo han hecho tantas veces a lo largo de su historia?

Ojalá tanta preocupación genuina, dudas y miedo a la violencia se transformen en la gran fiesta que el deporte más popular del mundo merece. Ojalá. A esa hinchada, deberían sumarse todos los amantes del fútbol, especialmente, los argentinos.

Messi, Neymar y la favela

Existe en Brasil un increíble sentimiento de valoración por lo nacional, que muchas veces ha servido para hacer bromas sobre ellos con aquello de “O mais grande do mundo”, pero que sin duda los ha traído en cincuenta años al primer plano mundial.

Uno empieza a creer que debe haber unos cuantos políticos brasileños que de poder atravesar el túnel del tiempo y llegar a aquellos días de gran exaltación en que ganaron la candidatura para el mundial de 2014, quizás hoy harían fuerza por algunos de los otros candidatos. Es que a nadie se le cruzó por la cabeza que, llegando a formar parte de los líderes del mundo y ser la meca del fútbol, iban a pasar tantas zozobras mientras se acerca la hora de la verdad, la hora en que Messi, Neymar y otras docenas de supercracks darán la gran batalla por llevar la copa del mundo a su país.

Maré es una favela de alrededor de 130 mil habitantes, ubicada próxima al Aeropuerto Internacional del Galeao. Es cercana, también, al complexo Alemao, peligrosa favela reducto de la organización delictiva Comando Vermelho, sin duda, una de las más violentas de Río de Janeiro. La ocupación militar de Maré, realizada esta semana con blindados del Ejército y la Marina y con fuerte apoyo logístico de todo el Estado, fue anunciada por el general Lundgren. Dicha ocupación continuará hasta la finalización de la Copa del Mundo o “aun más” si fuera necesario, según los dichos del General.

La violencia ha retornado con fuerza y desvela al gobierno brasileño aun más que la performance deportiva de la verde amarelha. Existe una fuerte escalada de violencia en las principales ciudades de Brasil que la desgraciada y dramática muerte de un joven camarógrafo a causa de una bengala mientras cubría las protestas generalizadas en Río de Janeiro puso como nunca en el tapete el problema de la seguridad en el evento por venir. Santiago Andrade, tal era su nombre, murió hace unas semanas alcanzado por el artefacto explosivo lanzado por manifestantes, luego de una cruel agonía de varios días. La violencia no es inusual, pero que Andrade fuera periodista y que su muerte a su vez fuera filmada y luego viralizada en las redes generó –como si hiciera falta– una toma de conciencia generalizada del peligro en las calles y de las vidas que estarán en juego, mientras los jugadores “se juegan la vida en los campos de juego”. La grave situación social, los costos generados para afrontar el Mundial, combinados con la gran cantidad de necesidades básicas insatisfechas, generó el movimiento “No, yo no voy a la Copa del Mundo”, que atrapó a cientos de miles de jóvenes brasileños y que generó la situación más impensada vinculada con un mundial realizado justamente en tierras brasileñas.

Dilma Rousseff vive tumultuosos momentos intentando frenar una creciente ola de violencia desatada en las favelas y que ya se ha cobrado la vida de cinco efectivos de la Unidade de Policía de Pacificación. Las favelas fueron controladas, aunque sea en forma parcial, por este tipo de unidades especiales, logrando cierta efectividad en lo que hasta hace poco tiempo era tierra de nadie. Los próximos compromisos internacionales, el Mundial y en particular los Juegos Olímpicos con Río como sede en 2016, pusieron en acción éste y otros mecanismos en la idea de lograr la imprescindible seguridad para afrontar estas competencias de resonancia mundial. La mala noticia de tener que volver a enviar fuerzas federales para actuar en las favelas, acrecienta los temores que la violencia, la droga y el accionar de la delincuencia genera en la población en general.

No es solamente lo que pasa en la Rosinha, en Maré o en Cidade de Deus, también el PCC (Primer Comando Capital) originado en las cárceles de San Pablo y principales responsables de la droga y la muerte en gran parte de este gigantesco país, han lanzado la advertencia sobre el próximo “mundial del terror”. Esto es mensurable, al punto que los indicadores del Latinobarómetro indican que las estadísticas que en 2010 daban un 43 % de personas preocupadas en forma constante por la seguridad, en el 2013 subió al 61 % en el 2013. Si además se le suman el 24 % que manifiestan estar “casi siempre” preocupados, da que 85 de cada 100 brasileños sufren el estrés de convivir con este drama en forma constante.

Faltan dos meses, muchas obras por finalizar, muchas actividades vinculadas con la seguridad y con el contraterrorismo en ejecución y mucha preocupación en todos los funcionarios del gobierno federal y de las doce sedes donde se realizarán los juegos. La Argentina no es ajena a los conflictos que toda esta situación genera, somos vecinos con largas y permeables fronteras, somos rivales históricos y tenemos antecedentes graves vinculados con la violencia en espectáculos deportivos. Débora Hambo, abogada de las Hinchadas Unidas Argentinas (eufemismo de Barras Bravas Unidas) confirmó la presencia de nuestros barras aun sin entradas en las sedes donde juegue nuestro país. Las autoridades argentinas delegaron en las brasileñas el ingreso y el control de estos delincuentes, pero todos saben de las dificultades reales de ese control y que, además, en forma natural o provocada, cualquier roce puede generar una violencia imprevisible de repercusión mundial.

Mientras este rompecabezas intenta acomodarse, y eso incluye el más variopinto paisaje: desde el manifestante naif, a la radicalización de las huelgas, a la paralización de áreas viales o aéreas, a la acción terrorista internacional de Al Kaeda, o a la posibilidad del accionar del delito organizado interno abre un gradiente de posibilidades tan amplio y de múltiples preocupaciones que se vivirán día por día en este último bimestre hasta que finalmente la pelota empiece a rodar en el Maracaná cuando se enfrenten Brasil o Croacia en el partido inaugural, y luego, a rezar, hasta que en julio finalice la copa y parta el último de los visitantes.

Brasil juega mucho, mucho más que lograr la victoria deportiva en presencia de su pueblo y vengar la afrenta que arrastra desde aquel Mundial de 1930 cuando Uruguay le arrebató increíblemente la victoria en tierras cariocas. Intenta ingresar definitivamente en la elite de los pocos países que deciden en el tablero mundial y este compromiso no admite el fracaso. Ya lo dijo en una entrevista en nuestra revista DEF el actual Ministro de Defensa de Brasil: “Empezamos a jugar en las grandes ligas y eso molestó a muchos”. De ahí que el fracaso no es opción aunque quizás esté en el deseo de muchos. Más allá de cualquier rivalidad, la Argentina debería estar entre aquellos que apuestan a que a Brasil le vaya maravillosamente bien, si es posible detrás de Messi y los suyos, pero la rivalidad termina en el fútbol. La broma de estos años que dice que “cuando Brasil estornuda somos candidatos a una neumonía”, tiene un certero dejo de verdad. Seríamos muy poco inteligentes, si no entendemos, en pleno siglo XXI, que un Brasil exitoso derramará sobre toda la Región. Los brasileños, producto de su creatividad e ingenio, pero más que nada, de su perseverancia, juegan en otro campeonato del que jugamos nosotros. En términos futbolísticos, ellos militan en la “Champions League”.

La Argentina con suerte apenas clasifica para la Libertadores, cambiar de categoría no se logrará deseándole daño al vecino ni pinchando muñecos al estilo vudú. Asociados a Brasil y trabajando con pasión y sin descanso, tal vez podamos lograrlo. Y ya que hablamos de fútbol, no debiéramos tomar ese descanso ni siquiera en el “entretiempo”, si de verdad queremos el destino que decimos merecernos.