Messi, Neymar y la favela

Gustavo Gorriz

Existe en Brasil un increíble sentimiento de valoración por lo nacional, que muchas veces ha servido para hacer bromas sobre ellos con aquello de “O mais grande do mundo”, pero que sin duda los ha traído en cincuenta años al primer plano mundial.

Uno empieza a creer que debe haber unos cuantos políticos brasileños que de poder atravesar el túnel del tiempo y llegar a aquellos días de gran exaltación en que ganaron la candidatura para el mundial de 2014, quizás hoy harían fuerza por algunos de los otros candidatos. Es que a nadie se le cruzó por la cabeza que, llegando a formar parte de los líderes del mundo y ser la meca del fútbol, iban a pasar tantas zozobras mientras se acerca la hora de la verdad, la hora en que Messi, Neymar y otras docenas de supercracks darán la gran batalla por llevar la copa del mundo a su país.

Maré es una favela de alrededor de 130 mil habitantes, ubicada próxima al Aeropuerto Internacional del Galeao. Es cercana, también, al complexo Alemao, peligrosa favela reducto de la organización delictiva Comando Vermelho, sin duda, una de las más violentas de Río de Janeiro. La ocupación militar de Maré, realizada esta semana con blindados del Ejército y la Marina y con fuerte apoyo logístico de todo el Estado, fue anunciada por el general Lundgren. Dicha ocupación continuará hasta la finalización de la Copa del Mundo o “aun más” si fuera necesario, según los dichos del General.

La violencia ha retornado con fuerza y desvela al gobierno brasileño aun más que la performance deportiva de la verde amarelha. Existe una fuerte escalada de violencia en las principales ciudades de Brasil que la desgraciada y dramática muerte de un joven camarógrafo a causa de una bengala mientras cubría las protestas generalizadas en Río de Janeiro puso como nunca en el tapete el problema de la seguridad en el evento por venir. Santiago Andrade, tal era su nombre, murió hace unas semanas alcanzado por el artefacto explosivo lanzado por manifestantes, luego de una cruel agonía de varios días. La violencia no es inusual, pero que Andrade fuera periodista y que su muerte a su vez fuera filmada y luego viralizada en las redes generó –como si hiciera falta– una toma de conciencia generalizada del peligro en las calles y de las vidas que estarán en juego, mientras los jugadores “se juegan la vida en los campos de juego”. La grave situación social, los costos generados para afrontar el Mundial, combinados con la gran cantidad de necesidades básicas insatisfechas, generó el movimiento “No, yo no voy a la Copa del Mundo”, que atrapó a cientos de miles de jóvenes brasileños y que generó la situación más impensada vinculada con un mundial realizado justamente en tierras brasileñas.

Dilma Rousseff vive tumultuosos momentos intentando frenar una creciente ola de violencia desatada en las favelas y que ya se ha cobrado la vida de cinco efectivos de la Unidade de Policía de Pacificación. Las favelas fueron controladas, aunque sea en forma parcial, por este tipo de unidades especiales, logrando cierta efectividad en lo que hasta hace poco tiempo era tierra de nadie. Los próximos compromisos internacionales, el Mundial y en particular los Juegos Olímpicos con Río como sede en 2016, pusieron en acción éste y otros mecanismos en la idea de lograr la imprescindible seguridad para afrontar estas competencias de resonancia mundial. La mala noticia de tener que volver a enviar fuerzas federales para actuar en las favelas, acrecienta los temores que la violencia, la droga y el accionar de la delincuencia genera en la población en general.

No es solamente lo que pasa en la Rosinha, en Maré o en Cidade de Deus, también el PCC (Primer Comando Capital) originado en las cárceles de San Pablo y principales responsables de la droga y la muerte en gran parte de este gigantesco país, han lanzado la advertencia sobre el próximo “mundial del terror”. Esto es mensurable, al punto que los indicadores del Latinobarómetro indican que las estadísticas que en 2010 daban un 43 % de personas preocupadas en forma constante por la seguridad, en el 2013 subió al 61 % en el 2013. Si además se le suman el 24 % que manifiestan estar “casi siempre” preocupados, da que 85 de cada 100 brasileños sufren el estrés de convivir con este drama en forma constante.

Faltan dos meses, muchas obras por finalizar, muchas actividades vinculadas con la seguridad y con el contraterrorismo en ejecución y mucha preocupación en todos los funcionarios del gobierno federal y de las doce sedes donde se realizarán los juegos. La Argentina no es ajena a los conflictos que toda esta situación genera, somos vecinos con largas y permeables fronteras, somos rivales históricos y tenemos antecedentes graves vinculados con la violencia en espectáculos deportivos. Débora Hambo, abogada de las Hinchadas Unidas Argentinas (eufemismo de Barras Bravas Unidas) confirmó la presencia de nuestros barras aun sin entradas en las sedes donde juegue nuestro país. Las autoridades argentinas delegaron en las brasileñas el ingreso y el control de estos delincuentes, pero todos saben de las dificultades reales de ese control y que, además, en forma natural o provocada, cualquier roce puede generar una violencia imprevisible de repercusión mundial.

Mientras este rompecabezas intenta acomodarse, y eso incluye el más variopinto paisaje: desde el manifestante naif, a la radicalización de las huelgas, a la paralización de áreas viales o aéreas, a la acción terrorista internacional de Al Kaeda, o a la posibilidad del accionar del delito organizado interno abre un gradiente de posibilidades tan amplio y de múltiples preocupaciones que se vivirán día por día en este último bimestre hasta que finalmente la pelota empiece a rodar en el Maracaná cuando se enfrenten Brasil o Croacia en el partido inaugural, y luego, a rezar, hasta que en julio finalice la copa y parta el último de los visitantes.

Brasil juega mucho, mucho más que lograr la victoria deportiva en presencia de su pueblo y vengar la afrenta que arrastra desde aquel Mundial de 1930 cuando Uruguay le arrebató increíblemente la victoria en tierras cariocas. Intenta ingresar definitivamente en la elite de los pocos países que deciden en el tablero mundial y este compromiso no admite el fracaso. Ya lo dijo en una entrevista en nuestra revista DEF el actual Ministro de Defensa de Brasil: “Empezamos a jugar en las grandes ligas y eso molestó a muchos”. De ahí que el fracaso no es opción aunque quizás esté en el deseo de muchos. Más allá de cualquier rivalidad, la Argentina debería estar entre aquellos que apuestan a que a Brasil le vaya maravillosamente bien, si es posible detrás de Messi y los suyos, pero la rivalidad termina en el fútbol. La broma de estos años que dice que “cuando Brasil estornuda somos candidatos a una neumonía”, tiene un certero dejo de verdad. Seríamos muy poco inteligentes, si no entendemos, en pleno siglo XXI, que un Brasil exitoso derramará sobre toda la Región. Los brasileños, producto de su creatividad e ingenio, pero más que nada, de su perseverancia, juegan en otro campeonato del que jugamos nosotros. En términos futbolísticos, ellos militan en la “Champions League”.

La Argentina con suerte apenas clasifica para la Libertadores, cambiar de categoría no se logrará deseándole daño al vecino ni pinchando muñecos al estilo vudú. Asociados a Brasil y trabajando con pasión y sin descanso, tal vez podamos lograrlo. Y ya que hablamos de fútbol, no debiéramos tomar ese descanso ni siquiera en el “entretiempo”, si de verdad queremos el destino que decimos merecernos.