Se ha vivido en estos días un horroroso baño de sangre en Turquía, más precisamente en Ankara, donde aparentemente dos suicidas se inmolaron en una manifestación pacifista y provocaron casi cien muertos y escenas tan dantescas que es difícil imaginar un drama mayor. Sin embargo, el ser humano siempre se las ingenia para mejorar, en lo bueno y en lo malo. Pareciera que nos encaminamos a un mundo donde podría ocurrir lo mismo o algo peor, mucho peor, donde podrían estar ausentes de los atentados los humanos que se inmolan por fe o fanatismo extremo. Pareciera que la robótica nos acerca a viejas profecías.
Del personaje de Frankenstein a la película Ex Machina hay un largo camino. Sin embargo, de aquella primera obra de Mary Shelley (1818), considerada por muchos como el primer texto de ciencia ficción, a Matrix, Terminator, Blade Runner o Doce Monos, o a la propia Ex Machina, de Alex Garland (2015), en nada ha cambiado el género en su ambición de analizar la moral, la relación con Dios, la mezquindad de la condición humana y el peligro de la humanidad ante la tecnología.
Frankenstein es la invención de un obsesionado estudiante de medicina que reúne las partes de cadáveres diseccionados y con una chispa eléctrica da vida a uno de los monstruos míticos de la literatura y del cine universal. Más de un siglo después, y volviendo a desafiar las leyes naturales, AVA es un perfecto ginoide (robot), creado por un símil de Google y al que se somete a la prueba de Turing para desechar que tenga la inteligencia suficiente para ser considerado un “humano inteligente”. Continuar leyendo