Si es verdad que una imagen vale más que mil palabras, qué decir, qué escribir sobre la pérdida irreparable de Aylan, ese pequeño niño sirio que ofrendó su vida en las playas de Turquía para sacudir al mundo con el horror de los refugiados.
Ese mortal testimonio visual que no necesita de ninguna palabra pudo más que las miles de portadas de los miles de periódicos, pudo más que el millón de notas periodísticas posteriores, pudo más que las palabras emotivas del poeta y la representación que artistas del mundo entero realizaron para homenajear al niño-ícono que no estará ausente de ningún resumen de la década en que vivimos y al que muchos le auguran el triste privilegio de convertirse en el personaje del año.
Fue increíble también observar la reacción de las comunidades de todo el planeta -la gente de a pie, incluso, adolescentes y niños- ante ese manifiesto brutal que transitó como nunca por las redes sociales. Y quizás sean las palabras del periodista Pedro Simón, en su extraordinaria columna “El niño en la playa” (El Mundo, España), las que mejor hayan transmitido esa angustia colectiva: “¿Cuántos niños sin nombre se ha tragado el océano? ¿Llevaban camiseta azul o una verde cuando se ahogaron? ¿Hicieron alguna vez un castillo de arena?”. Continuar leyendo