Cuenta la leyenda que, cuando el cantante panameño Rubén Blades le presentó a su productor Gerry Masuchi la canción Pedro Navaja, este la vetó instantáneamente por prolongada (duraba más siete minutos) y por considerarla poco bailable. Corría 1978 y, gracias a la insistencia de su autor, fue grabada y se convirtió finalmente en la salsa más escuchada de la historia. Esta canción urbana, de la cual García Márquez dijo haber querido ser el autor, narra una escena violenta y estereotipada en un barrio pobre latino. Con inesperado humor negro, participan tres actores principales: Pedro, el maleante que no había encontrado presa en su día; la prostituta, también sin clientes para “hacer pesos con que comer”, y el borracho presencial que aprovechará el drama que se está por desatar. El recorrido lleva a Pedro a intentar robar a la mujer, a quien en el forcejeo apuñala, mientras esta saca una Smith & Wesson con la que le dispara y lo hiere de muerte; la casual presencia del tercer actor lo lleva a aprovecharse de la situación huyendo con el puñal, el revólver y el escaso dinero de los caídos. “La vida te da sorpresas, sorpresas de te da la vida, ay, Dios”, canta en la huida el afortunado con su botín.
Esta maravillosa canción, tan valiosa en sí misma, está tomada de una obra de Bertold Brecht y se transformó en un clásico eterno al contar las desventuras que la pobreza, la droga y la ausencia de oportunidades provocan en los más desvalidos. Un camino que lleva o a un desenlace fatal o, en el mejor de los casos, a una triste vida de desaliento y miseria. Ambientada en el bajo Manhattan, en Nueva York, en una zona habitada por inmigrantes puertorriqueños en barrios de alta tasa de criminalidad, podría en realidad trasladarse a muchas de las ciudades de Centroamérica de la época sin casi ningún cambio escenográfico.