Repudiar la represión de Maduro es un imperativo moral

Recientemente, la Legislatura de la Ciudad expresó su profunda preocupación por la detención del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, ordenada por el gobierno de Nicolás Maduro bajo acusaciones de “golpismo”. A su vez, instó a la liberación del dirigente político Leopoldo López, al cumplirse un año de su arresto por su condición de opositor al gobierno; y finalmente, declaró su solidaridad con el pueblo venezolano en el anhelo de unidad, libertad y pluralismo.

El abuso contra Ledezma se suma a otros que se vienen perpetrando de manera sistemática contra la oposición venezolana. En este sentido, se destaca, además del ya mencionado arresto ilegítimo de López, la destitución arbitraria de su cargo de la diputada María Corina Machado y la reciente muerte de Rodolfo González en la prisión del Sebin.

Los dirigentes opositores son autores de un plan de transición para Venezuela ante la crisis política, económica y social que atraviesa el país y que fue presentado por Ledezma la semana anterior a su detención.

La situación sólo puede condenarse, ya que no existen factores atenuantes cuando se trata de la libertad y del respeto a los Derechos Humanos. Ni la soberanía ni el derecho a la autodeterminación pueden desconocer garantías elementales de cualquier ser humano. La declaración de Estados Unidos que señala a Venezuela como una amenaza para su seguridad -rechazada por toda la oposición nucleada en el Movimiento de Unidad Democrática- tampoco justifica la creciente represión por parte del régimen bolivariano. Esta situación viene siendo denunciada por instituciones de prestigio en la materia como Amnistía Internacional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

En este sentido, es de lamentar no sólo el silencio del gobierno argentino sino también la pasividad de la región, en tanto gobiernos y organismos como la UNASUR. Las acciones antidemocráticas y antirepublicanas sobre las que se basa esta declaración no constituyen hechos aislados sino un estado de cosas en Venezuela que, sumado a la crisis económica y social, pone de manifiesto una creciente agresión a la que está expuesta la ciudadanía venezolana.

La desconexión del gobierno nacional con la realidad y su afán por tergiversar la realidad llevan al Estado argentino a defender régimenes autoritarios que deberían ser repudiados por la comunidad internacional en su conjunto.

Es un imperativo moral continuar denunciando el constante avasallamiento de todas las libertades individuales y el hostigamiento hacia no sólo dirigentes políticos opositores sino la población en su conjunto.

Una valiente luchadora por la libertad

Los Derechos Humanos, es decir, las garantías esenciales para el desarrollo de las personas, no corresponden a ningún partido político ni sector de la sociedad. A nivel institucional, teñir de banderías políticas la defensa de dichos derechos es alejarse del objetivo histórico por el cual se ha luchado hasta el día de hoy: la dignidad de la persona, la igualdad de derechos sin distinciones y la posibilidad de vivir en libertad.

Con esta idea en mente, presentamos junto a la legisladora Alejandra Caballero un proyecto para declarar personalidad destacada de los Derechos Humanos a la Doctora Hilda Molina. Dicho proyecto fue aprobado recientemente por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y nos ayuda a recordar no solo a la persona que origina la distinción, sino a los valores que ella misma representa para la sociedad en su conjunto.

Más allá de sus indiscutibles logros en el ámbito de la medicina, la Doctora Hilda Molina se destaca por la defensa de los derechos humanos de los cubanos y la denuncia constante a los abusos del régimen de Fidel Castro.

Fidel Castro mantuvo a Hilda Molina cautiva en Cuba durante más de quince años, prohibiéndole salir del país en violación del derecho humano a transitar libremente reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Durante ese período fue víctima de agresiones físicas, mítines de repudio, hostigamiento, vigilancia estricta y los más variados métodos de tortura psicológica. Sin embargo, en esos años, acompañada por su madre, denunció constantemente la discriminación de los pacientes cubanos en privilegio de los extranjeros y los abusos del régimen contra las familias cubanas.

Fue desde esa oscuridad a la que fue sometida que se propuso orientar sus esfuerzos y energía en difundir la verdad del régimen castrista por todos los medios posibles. Se incorporó al Comité Cubano Pro-Derechos Humanos de Cuba, organización disidente de gran labor en defensa de los Derechos Humanos dentro de la isla. Recorrió su país visitando amigos/as y desconocidos/as, de todas las edades y sectores sociales, tratando de desentrañar las verdades sobre los mitos y falsedades del régimen.

Cabe mencionar que, desde su decepción con el régimen, Hilda Molina recibió numerosas ofertas laborales en el exterior que rechazó, dado que siguió fiel a su convicción del deber y a su obligación moral de oponerse frontalmente desde dentro de su país.

El padecimiento vivido por Hilda Molina no logró silenciar su reclamo, que fue potenciado por hombres y mujeres de todo el mundo que se identificaron con su lucha y se sumaron a su cruzada sin precedentes. Y no estuvo más sola. Contó con la ayuda de importantes personalidades y organizaciones internacionales como las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos y de organizaciones no gubernamentales como Human Rights Watch y Amnesty International.

Hilda Molina es una mujer valiente y determinada que, pese a los intentos de ocultamiento del régimen de Fidel Castro sigue luchando por el valor intrínseco de la igualdad y la libertad de los seres humanos. Mucho tenemos que aprender de su vida, su trabajo y su entrega en tiempos en que la política se mide por la última encuesta, la frivolidad y el corto plazo. La enseñanza que nos deja su lucha no tiene color político. La defensa de los Derechos Humanos, tampoco.