El próximo año electoral ofrece a los argentinos una nueva oportunidad, de ésas que se presentan cada tanto, cuando uno de los prolongadísimos ciclos políticos de nuestro país llega a su fin. Así, 2015 puede ser una bisagra en la historia, o simplemente el inicio de otra etapa de ilusión inicial y extenso desencanto final, de chatura y de miras cortas. Pero depende de nosotros, los que ponemos el voto en la urna. Depende de si apostamos por lo de siempre, por las dudas, de si aceptamos que somos un pueblo de módicas expectativas, sometido al gobierno de un único grupo que nos maltrata y manipula una y otra vez; o de si nos rebelamos contra eso, si corajeamos y apostamos por algo distinto, a ver si esta vez torcemos un destino que no debería ser. Para eso sería fundamental terminar con ciertos mitos políticos que suelen condicionarnos, o al menos funcionar como excusa a la hora de justificar el sufragio.
“Este país solamente puede gobernarlo el peronismo”. Falso de falsedad absoluta. Ninguna versión de las autoproclamadas peronistas nos ha dejado un país exitoso, coherente o en crecimiento. El peronismo suele abandonar el poder con una crisis en marcha, sea ésta económica o institucional o ambas. A la Argentina puede gobernarla cualquier espacio político con ideas y valentía, sólido, articulado y con buena fe. ¿Cuál sería la característica distintiva del peronismo que lo hace la única opción posible?. Suelo escuchar argumentos vinculados al carácter, una decisión atrevida es calificada de “peronismo puro”. Si la identidad de un partido se resume en el carácter personal de sus integrantes estamos atravesando el límite de la pavada. Hay peronistas decididos como hay dirigentes decididos en todos los partidos, y hay mequetrefes en todas las expresiones políticas. Continuar leyendo