Por: Horacio Minotti
El próximo año electoral ofrece a los argentinos una nueva oportunidad, de ésas que se presentan cada tanto, cuando uno de los prolongadísimos ciclos políticos de nuestro país llega a su fin. Así, 2015 puede ser una bisagra en la historia, o simplemente el inicio de otra etapa de ilusión inicial y extenso desencanto final, de chatura y de miras cortas. Pero depende de nosotros, los que ponemos el voto en la urna. Depende de si apostamos por lo de siempre, por las dudas, de si aceptamos que somos un pueblo de módicas expectativas, sometido al gobierno de un único grupo que nos maltrata y manipula una y otra vez; o de si nos rebelamos contra eso, si corajeamos y apostamos por algo distinto, a ver si esta vez torcemos un destino que no debería ser. Para eso sería fundamental terminar con ciertos mitos políticos que suelen condicionarnos, o al menos funcionar como excusa a la hora de justificar el sufragio.
“Este país solamente puede gobernarlo el peronismo”. Falso de falsedad absoluta. Ninguna versión de las autoproclamadas peronistas nos ha dejado un país exitoso, coherente o en crecimiento. El peronismo suele abandonar el poder con una crisis en marcha, sea ésta económica o institucional o ambas. A la Argentina puede gobernarla cualquier espacio político con ideas y valentía, sólido, articulado y con buena fe. ¿Cuál sería la característica distintiva del peronismo que lo hace la única opción posible?. Suelo escuchar argumentos vinculados al carácter, una decisión atrevida es calificada de “peronismo puro”. Si la identidad de un partido se resume en el carácter personal de sus integrantes estamos atravesando el límite de la pavada. Hay peronistas decididos como hay dirigentes decididos en todos los partidos, y hay mequetrefes en todas las expresiones políticas.
Por caso y sólo a modo de ejemplos, dos sencillos: 1) En marzo de 1991, casi dos años después de asumir Carlos Menem el poder, Hugo Gambini escribía en la Revista Redacción que el presidente estaba totalmente debilitado y que “no son pocos los que mentalmente le prueban la banda a Duhalde”. Un mes después Jorge Grecco en la Revista Somos publicaba “Operación Chaleco”, una nota que explicaba como parte del gabinete pensaba en reemplazar a Menem por deficiencias de sus facultades. 2) El 2 de enero de 2002 Eduardo Duhalde recibió mandato de la Asamblea Legislativa hasta diciembre de 2003. Entregó el poder en mayo a Néstor Kirchner por el asesinato de dos personas en la Estación Avellaneda. Cumplió tan solo el 65% de su período.
En relación a lo anterior se ha dicho que “nadie puede gobernar con el peronismo en la oposición”. Otro error. Si el peronismo es un partido democrático, cualquier dirigente electo por el pueblo debería sobrellevar tenerlo como principal opositor, consensuar, dialogar y ejercer la administración que la fue conferida por el soberano, por el plazo del mandato que se le haya otorgado. Ahora bien, la frase tan repetida, puede apuntar a que el peronismo es un espacio conspirativo que trata de socavar los gobiernos que no son de su propio signo. Descreo de dicha tesis pero, de ser así, los argentinos no podemos permitir que un sector conspirativo se imponga sistemáticamente frente a la voluntad del pueblo. En 2015 tenemos la oportunidad de terminar con este caprichoso “principio” político establecido por quienes quieren generar miedo a lo distinto.
“Solamente pueden ganar los partidos que tienen aparato en todo el país”. ¿Qué es en la política moderna el “aparato”?. ¿Consiste en tener comités o unidades básicas? ¿Cuántos votos le lleva a cada candidato el grupo que pinta paredes o pega carteles? Sinceramente hoy la política es otra cosa. El mensaje llega por otros medios. Al igual que en la frase anterior, hay que marcar una diferencia. Si por “aparato” entendemos un grupo de personas que desarrolla alguna variante de fraude electoral, como el voto cadena, o directamente la manipulación de personas humildes por la vía que sea, los argentinos debemos poner un definitivo límite a los “aparatos”, porque en esta segunda acepción de la palabra, se trataría de una maquinaria siniestra que violenta la voluntad general.
“Acá tiene que venir alguien que…” He escuchado esa frase infinidad de veces, desde muy chico. La aseveración está mal formulada, no hay “alguien” que vaya a venir, no hay “mesías” en política. Lo que existe son grupos políticos, equipos de trabajo. Cuando voto a un candidato voto a toda su gente, no a una persona única e individual. Observemos los entornos y quien es quien en cada uno de ellos y que rol juegan con el candidato que acompañan. Habla más y mejor del candidato la historia de su entorno, que lo que pueda decir en un spot. No tiene nada de novedoso un candidato rodeado de los de siempre.
Queremos progreso y desarrollo, al tiempo que nos atamos a mitos y leyendas urbanas como excusa de un voto repetido y conducente a un irremediable fracaso. Cambiar es siempre un riesgo aunque, habida cuenta de los resultados, difícilmente haya un riesgo mayor que permanecer en la lógica conservadora de votar siempre lo mismo, haciendo el fracaso, irremediable.
Tenemos otra oportunidad. Seguramente no será la última de la historia, pero sí lo será para un par de generaciones, que si no impulsan el cambio hoy, ya no podrán ver una Argentina pujante y honesta. Seamos la bisagra, formemos parte de una disrupción histórica que establezca un antes y un después, sembremos el futuro hoy, para que nuestros hijos lo cosechen mañana, y podamos verlos disfrutarlo. Basta de mitos.