Conocí personalmente al doctor Julio Strassera hace no más de 5 años lamentablemente. Por una cosa u otra no se dio la posibilidad antes. Pero estuve muy cerca en su hora más gloriosa, allá por el 9 de diciembre de 1985. El era un fiscal de la Nación, el que llevaba nada menos que el juicio a la juntas genocidas, y el suscripto era un estudiante secundario, comprometido hasta la médula con la democracia naciente, pero no más que eso.
Ese día él estaba puertas adentro de Tribunales, terminando su alegato acusatorio, y un nutrido grupo de pibes estábamos afuera en la Plaza Lavalle, esperando la sentencia. No vimos ni escuchamos en el momento su voz vibrando, pronunciando la frase “Nunca Más”, vivíamos afuera nuestra propia tensión, porque la democracia era fuerte y débil a la vez. Fuerte por la energía popular que la empujaba a consolidarse como nunca antes, débil porque los que la amenazaban todavía controlaban las armas y el poder de la violencia.
No puedo saber cómo era la vida íntima de Strassera por entonces, un simple y mero fiscal federal, pero debo suponer que familia sentía ciertos temores. Las familias de todos los que estábamos en la Plaza los tenían. Nuestras madres suponían que seríamos los desaparecidos del futuro, porque estábamos ahí acompañando y bancando con escasos 16 años. Continuar leyendo