He advertido que en las últimas semanas la campaña electoral ha enrarecido sus discursos, más específicamente respecto al valor del voto de cada elector, incluso asignándole utilidades que van más allá de las convicciones de pensamiento que cada votante expresa al momento de elegir. Esa carga de adrenalina electoral acaparó todo e incluyó agravios y falta de respeto a la opinión de aquellos que piensen diferente.
Este fenómeno se vio claramente entre todos aquellos que son mayoría, ya que suman el 62% del total poblacional y que piensan que es necesario un cambio de timón a los fines de solucionar los acuciantes problemas reales, muy reales, que padecen millones de argentinos.
Esos mismos que no pudieron ponerse de acuerdo en un frente único, por algún egoísmo personal, sin importarles en demasía el bien común, hoy nos dicen que resulta necesario que no se “tire nuestro voto” e intentan arrear cual ganado a los electores presentándose como salvadores.
Entonces tenemos de un lado los que dicen, apoyados en algunas encuestas, que son los únicos que llegan y que el voto útil es hacia ellos, mientras que, del otro lado, otros nos dicen —lo que también resulta cierto— que en realidad esa utilidad es nula, porque en el pretenso ballotage perderían, apoyados en muchas otras encuestas. Continuar leyendo