Por: Horacio Pitrau
He advertido que en las últimas semanas la campaña electoral ha enrarecido sus discursos, más específicamente respecto al valor del voto de cada elector, incluso asignándole utilidades que van más allá de las convicciones de pensamiento que cada votante expresa al momento de elegir. Esa carga de adrenalina electoral acaparó todo e incluyó agravios y falta de respeto a la opinión de aquellos que piensen diferente.
Este fenómeno se vio claramente entre todos aquellos que son mayoría, ya que suman el 62% del total poblacional y que piensan que es necesario un cambio de timón a los fines de solucionar los acuciantes problemas reales, muy reales, que padecen millones de argentinos.
Esos mismos que no pudieron ponerse de acuerdo en un frente único, por algún egoísmo personal, sin importarles en demasía el bien común, hoy nos dicen que resulta necesario que no se “tire nuestro voto” e intentan arrear cual ganado a los electores presentándose como salvadores.
Entonces tenemos de un lado los que dicen, apoyados en algunas encuestas, que son los únicos que llegan y que el voto útil es hacia ellos, mientras que, del otro lado, otros nos dicen —lo que también resulta cierto— que en realidad esa utilidad es nula, porque en el pretenso ballotage perderían, apoyados en muchas otras encuestas.
Incluso en esta descarnada vorágine, se ha mancillado de manera cruel la figura de otros candidatos intachables, como Margarita Stolbizer, que pasó de ser la más decente a ser considerada por los “arrieros” como un instrumento al servicio de tal o cual, sin importar el descrédito a su trayectoria y a su comprobada honestidad. Y ello, sólo por el hecho de no haber cosechado muchos votos en elecciones anteriores, pretendiéndose que se cercenen de manera antidemocrática sus aspiraciones de que su voz y sus ideas sean escuchadas en el Parlamento.
Por eso, yo creo que ha llegado, hablando en términos futboleros, el momento de parar la pelota, de detener los agravios recíprocos y otorgarle al voto su verdadero valor.
¿Y qué debe expresar, entonces, el voto? El voto, considerado en su máxima expresión, debe expresar coherencia. Coherencia con las ideas, coherencia con el pensamiento, coherencia con las propuestas, coherencia con los modos de llevarlas a cabo.
La materia de discusión, que debería ser la que dirima nuestro voto, es qué se propone y quién lo hace, en relación con la inseguridad, la educación, la pobreza, los salarios, la inflación, los magros ingresos de nuestros jubilados.
En efecto, qué van a hacer los señores candidatos, por ejemplo, con la corrupción, el flagelo que es origen de todos los males, enquistada en las instituciones y en el poder. Queremos saber cómo la van a combatir.
También queremos saber cómo van a procurar, y con qué medios, que la Justicia de nuestro país sea verdaderamente independiente.
Las propuestas y cómo se llevarían a cabo deberían ser los motores de nuestro voto —y ningún otro— para direccionarlo a tal o cual candidato.
Tengo malas noticias, tienen 8 días. Son las propuestas, estúpido.