Un sistema electoral que ya no da garantías

Horacio Pitrau

Las irregularidades y los hechos de violencia que se sucedieron en la jornada comicial vivida en la provincia de Tucumán resultan una clara muestra de la necesidad de una urgente modificación de los mecanismos electorales.

El sistema electoral, como se encuentra concebido en la actualidad, no otorga garantía alguna de transparencia de que se respete la voluntad popular, materializada en el voto de los electores.

La Universidad Nacional de La Plata, a través de sus expertos que forman parte del Observatorio de Estudios Electorales y Político Institucionales, produjo un crudo informe sobre el desarrollo del comicio de Tucumán focalizado en algunos de sus municipios designados como objeto del estudio.

Del análisis del informe en cuestión es dable señalar a priori la imparcialidad y la idoneidad de los observadores, manifestadas al referirse a las contingencias intrínsecas y extrínsecas que formaron parte de la jornada electoral.

Preocupan, y mucho, algunos de los ítems que los expertos resaltaron en relación con: a) dificultad en el sistema de acoples y colectoras; b) complejidad en la constitución de las mesas; c) desplazamiento masivo de votantes al lugar del comicio por parte de las agrupaciones políticas, quienes asistían con boletas previamente dobladas; c) necesidad de actualización del padrón y de domicilio de los votantes.

Para concluir, los observadores se refirieron a la importancia de “mejorar el sistema de carga de telegramas por parte del Correo Argentino mediante una doble o triple verificación” y de “evitar prácticas clientelares que se pudieron constatar mediante conversaciones con electores el día del comicio”.

Los vetustos mecanismos de votación y todo lo que hace a la falta de una organización eficiente de los comicios sin dudas impactan duramente en el núcleo del sistema electoral, lo que torna inaplicables los principios que se intentaron traslucir en nuestra Constitución y en la reforma de 1994.

Ya pasa a segundo plano que se establezca que se gane la elección con el 51 %, el 45 % o el 40 %, o con los porcentajes que coyunturalmente sean aceptados, si los mecanismos no cuidan la libre decisión de aquellos que efectúan el sufragio. Efectivamente, la primera vuelta de votación, la segunda o la octava, no resultan de relevancia si la voluntad popular se encuentra viciada por el mismo sistema.

Así lo enfatizó la Suprema Corte de los Estados Unidos, en el caso Reynolds vs. Sims (1964), al señalar: “Los gobernantes representan habitantes, no árboles ni tierras […] son elegidos por los ciudadanos, no por granjas o ciudades o grupos económicos. Desde que la forma de Gobierno es representativa y desde que los Poderes (Legislativos y Ejecutivos) son aquellos instrumentos de gobierno elegidos directamente y que directamente representan al pueblo, el derecho a elegir libremente a los gobernantes constituye el basamento del sistema político” (traducción propia).

Creo que, sin dudas, todos, sin exclusión de sector político y social, deberíamos considerar y merituar los crudos datos de la realidad, y movilizar con la mayor celeridad una modificación estructural del sistema de voto, que ya resulta arcaico y muy poco transparente para que se respete a rajatabla la voluntad del votante.

Es urgente que ello ocurra.