Tras diez años de crecimiento económico y de haber abonado miles de millones por deuda externa, Argentina se encuentra en un default selectivo, según oficializó la ISDA (International Swaps and Derivatives Association). Para todo el mundo, salvo para el Gobierno, estamos temporalmente en cesación de pagos.
Argentina es solvente, hizo frente a los pagos y cuenta con recursos de sobra para honrar sus obligaciones con los acreedores. De hecho cuenta con inmensos recursos naturales, energéticos y mineros que son tentadores para cualquier acreedor del planeta. Argentina es una presa golosa para los cazadores más furtivos del sistema financiero global, aquellos que van siempre tras oportunidades de multiplicar su dinero a costa de Estados soberanos.
Entramos en un periodo complejo e incierto, pero ¿cómo llegamos a esto? En este asunto se dirime una lucha entre los intereses avariciosos, pero legítimos, de actores financieros para los que no existe control y la pericia de un gobierno en defender los intereses de un país. Lamentablemente, cuando la impericia del gobierno es grande, son los intereses de los fondos buitres los que ganan.
Sin duda, los especuladores financieros internacionales tales como los fondos NML o gente como Paul Singer son una expresión muy genuina de un tipo de capitalismo: el miope y abusivo. La riqueza que ofrece Argentina, y que ha sido pésimamente gestionada durante los últimos 25 años, es un una miel que atrae como un imán a jugadores, especuladores y tahúres de cualquier fondo del planeta. Es una variable fija del capitalismo del siglo XXI en el que se agigantan las diferencias de renta, de ingresos, de oportunidades en todas partes.
Es posible que el Juez Thomas Griesa y la jurisdicción de New York sean generalmente favorables a las demandas de los acreedores. Es posible que, en esa plaza, y con esos jueces, haya fallos más favorables a los intereses especulativos. Pero tanto el juez Griesa como la fama de New York como jurisdicción favorable a intereses financieros estaban en su lugar hace 10 años, cuando nuestro gobierno eligió someterse a la ley norteamericana en lugar de hacerlo, por ejemplo, a la argentina o la de Londres, que suele fallar a favor de los deudores.
Y eso nos lleva a pensar que, en esta batalla, los malos son los malos pero los torpes hemos sido nosotros. A no ser que el Gobierno tenga otras intenciones a la hora de dilatar este asunto que le ha dado algún rédito en las encuestas.
La decisión del Gobierno de evitar el pago a los fondos buitres es una decisión que acompañamos por ser la única posible. Si paga ahora tal como impone la sentencia, la Argentina se arriesga a juicios millonarios de los tenedores de bonos que aceptaron el canje. Pero la realidad es que tarde o temprano, y de una manera u otra, tendremos que afrontar alternativas para solucionar el litigio con los fondos buitres, y ahí es donde brilla con luz propia la torpeza del gobierno argentino a la hora de tratar con el sistema judicial norteamericano.
Dicen que el juez Griesa estaba cansado de las declaraciones salidas de tono, los insultos, ninguneos, prepotencia y ridiculización por parte del gobierno argentino. Así que falló, no sólo favoreciendo a los buitres, sino contestando al gobierno argentino por su inapropiado comportamiento y su pésima estrategia de defensa.
El problema de este default no es saber quién es el enemigo: todos estamos de acuerdo en que un capitalismo de usura no es lo que queremos y que los fondos buitres son versiones miopes y avariciosas del capitalismo. El verdadero problema del default es la mala gestión que nos llevó hasta este lugar. Este gobierno parece mostrar éxitos sólo cuando paga como hizo con Repsol o con el Club de París.
El gobierno sabe que puede contar con nuestro apoyo en sus gestiones internacionales siempre que conozcamos la estrategia, tengamos información de lo que sucede y se defiendan siempre los intereses nacionales. En este caso, la estrategia fue errática desde el principio, deliberadamente complicada e inapropiada en su trato con la Justicia. Tampoco la transparencia y la buena explicación ha sido una característica del Gobierno. Y cada vez estamos menos seguros de que el gobierno haya antepuesto los intereses nacionales: para hacer las cosas tan mal se necesita mucha impericia o se está usando para sacar rédito en su electorado.
La oposición no logró persuadir al oficialismo de que se legitimará la pelea contra los fondos buitre abordando, como manda nuestra Constitución, estos temas en el parlamento. Un error.
Debemos sacar de esta crisis algunas conclusiones hacia el futuro, sobre lo mucho que queda por hacer en el plano internacional para recuperar posiciones, donde las pocas reglas de derecho que existen rigen más en beneficio de los acreedores que de los países deudores como el nuestro, obligándoles a delegar soberanía. Eso es lo que intentamos hacer bajo la presidencia de Raúl Alfonsín, quien se negó a delegar nuestra soberanía en materia de deuda externa, buscando consenso entre todos los países deudores de Latinoamérica.
En definitiva, debemos bregar juntos por todo lo que tenemos por delante y lo que queda por hacer en el plano internacional para recuperar posiciones, en defensa del interés nacional, para que podamos negociar en mejores condiciones otro trato entre acreedores y deudores.