El Régimen de Promoción de Inversión para la Explotación de Hidrocarburos (creado por el decreto 929/13) estipula beneficios para las petroleras que presenten proyectos de inversión de por lo menos mil millones dólares en los primeros cinco años: a partir del quinto año pueden gozar del derecho a comercializar libremente en el mercado externo el 20% del petróleo o gas que extraigan, sin retenciones y con libre disponibilidad del 100% de las divisas.
Es necesario remarcar que estos beneficios recaen únicamente sobre el 20% del hidrocarburo extraído (y a partir del quinto año); el resto (el 80%) debe comercializarse en el mercado interno y no se le aplican esos beneficios. Cuando sea necesario cubrir el abastecimiento interno, las petroleras podrán obtener por ese 20% el equivalente al precio internacional. Maliciosamente, el pronunciamiento de “Plataforma 2012” (por poner un ejemplo) pasa por alto estos porcentajes.
Vale decir que se trata de un régimen con importantes ventajas para las petroleras, aunque no todas las ventajas que seguramente pretendían. El alto umbral de inversión exigido corre con el peligro de profundizar la concentración del mercado, desfavoreciendo a las petroleras de menor envergadura. A su vez, reincorpora algunos principios de los noventa pero en forma acotada, por lo que no se trata de un retroceso al neoliberalismo como algunos pregonan.
El gobierno hizo ciertas concesiones en el marco de la situación económica y energética presente. El contexto económico es preocupante por la reaparición de la “restricción externa” en la cual la importación de gas y combustibles tienen un peso mayor. El sector comercial energético es deficitario desde 2011 y el país necesita cada vez más divisas para sostener el consumo de energía. A su vez, el panorama hidrocarburífero sigue siendo complicado porque la extracción de petróleo y gas todavía no repunta. YPF está repuntando levemente pero apenas representa el 30% del mercado y sus inversiones en exploración y producción van a dar frutos más adelante.
Por lo tanto el país tiene una necesidad imperiosa de aumentar la oferta energética y de cerrar la brecha de las importaciones cuanto antes. Para eso hace falta inversión. Lo que no hicieron las petroleras privadas durante 20 años (sobre todo Repsol), aun con uno de los marcos regulatorios más favorables del mundo durante los noventa. Pese a ello, el gobierno está condicionado a negociar nuevamente con ellas.
Vaca Muerta se abre como la gran esperanza de reavivar la producción de hidrocarburos. Pero requiere, además de dinero, tecnología con la que YPF no cuenta. El decreto crea la figura de la “explotación no convencional” pero deja pendiente un marco regulatorio más amplio que incluya estrictos controles ambientales, el cual debería tratarse en el Congreso.
Cabe aclarar que el acuerdo con Chevron, así como el que se está negociando con Bridas, abarcan apenas una parte del área total de Vaca Muerta. YPF busca socios para explorar y explotar la formación, no para “entregarla” o para someter al país a un “saqueo”. Al mismo tiempo, es necesario destacar que Chevron tuvo un magro desempeño en Argentina en los últimos años, con caída de extracción, nula exploración y pérdida de reservas. ¿Es posible acudir a otras empresas? Son pocas las petroleras que tienen el dinero y el know how en explotación no convencional y Chevron lo hace valer a la hora de exigir condiciones. Es importante que YPF logre una transferencia tecnológica en estos acuerdos.
El tema reaviva la vieja polémica del nacionalismo petrolero, entre los partidarios del monopolio estatal y los partidarios de la incorporación del capital privado para alcanzar el abastecimiento del mercado interno. El gobierno opta por la segunda estrategia, buscando una conformación mixta de la actividad con una presencia estatal que se había perdido en la década neoliberal. Por derecha, la alternativa está clara: regreso a la desregulación y privatización total del mercado, “comoditización” del petróleo y gas.
Desde mi punto de vista, es necesario pensar un cambio en los patrones de consumo, enfrentar el problema del autoabastecimiento no sólo con un aumento de la oferta sino también desde el lado de la demanda. Una gran campaña de ahorro energético en el corto plazo. Y en el largo, modificar nuestra cultura del derroche. ¿Estamos dispuestos a usar menos el auto? ¿Estamos dispuestos a usar menos refrigeración y/o calefacción? ¿Estamos dispuestos a consumir menos?