¡Decide ser feliz!

Decía el escritor ruso León Tolstoi: “Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo”. Vivo convencido de que la felicidad ya radica en el mismo hecho de existir. ¡Sólo vivir es motivo para agradecer! Y es que la gratitud está directamente relacionada con la felicidad.

Llegar o no a la felicidad completa depende de muchas cosas. Desde el reconocimiento de los dones y las cualidades que nos ofrece la vida hasta nuestra actitud hacia el futuro y el aprendizaje del pasado, sin quedarnos estancados allí. Este es un tema que desarrollo en mi nuevo libro, El analfabeto emocional, que presentaré a principios de mayo en Buenos Aires.

Si preguntamos a un joven qué cualidades tiene una persona feliz, probablemente nos contestará que la riqueza y la fama son fundamentales para disfrutar una vida perfecta. “Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo”, aseguraba el escritor François de La Rochefoucauld. ¡Qué ironía!

Un estudio de la Universidad de Harvard, desarrollado durante 75 años, sugiere algo completamente diferente. La investigación analizó a 724 personas, año tras año, para hablar sobre trabajo, vida, salud y familia. Unos sesenta encuestados iniciales continúan vivos y ahora sigue el análisis con los dos mil hijos de esas familias. Continuar leyendo

Vivir en armonía

Los hábitos alimentarios revelan el nivel de relación entre el cuerpo y la mente, y pueden determinar la calidad de vida de los seres humanos. Se habla mucho de lo positivo que es mantener una dieta adecuada, o sea, comer alimentos saludables, sólo los necesarios y, dentro de lo posible, respetar un horario.

A pesar de la propaganda, aún existen incrédulos que prefieren dar el gusto al cuerpo. Algo así como malcriar a un niño satisfaciendo sus antojos, sin tener en cuenta la educación futura. Por lo general, son personas que no dominan la mente, que se rinden cuando esta cae de rodillas ante los sentidos del olfato y el gusto.

Es cierto que se disfrutan segundos de inmensa felicidad, pero, a la larga, son solamente instantes que se transforman en años de pesadillas, porque crean la base para el exceso de peso, el colesterol alto, la diabetes, la presión sanguínea elevada y otras secuelas que también perjudican la actividad mental. Por esa razón, el cuerpo y la mente deben vivir en armonía, cuidarse y respetarse mutuamente. Lograr momentos de felicidad sacrificando calidad de vida nada tiene de ventajoso. Continuar leyendo

Felicidad y gratitud

Un proverbio chino, cuyo propósito es resaltar el deber de ser agradecidos, reza: “Cuando bebas agua, recuerda la fuente”. La gratitud es una de las virtudes más hermosas del ser humano. No existe libro sagrado que no destaque su nobleza: la Biblia, el Corán, los textos judíos y budistas, por sólo mencionar unos pocos.

Si algo sostienen en común esas escrituras, es la necesidad de agradecer siempre a la naturaleza, a nuestros semejantes y, fundamentalmente, a Dios, por lo que recibimos a diario. Pero, sobre todas las cosas, por la vida. ¡Sólo vivir es motivo para agradecer!

La gratitud está relacionada con la felicidad. Hay quienes dicen que ser feliz es muestra de agradecimiento, pero en realidad es a la inversa. Según el monje católico benedictino David Steindl-Rast: “Es la gratitud la que nos hace felices”.

Steindl-Rast pide profesar siempre gratitud, consciente de: “Cada momento es un momento dado […] es un regalo, no lo hemos ganado, no lo conseguimos de ninguna manera, se nos otorga. Además, no tenemos asegurado que habrá otro momento como este”. Por tanto, agradezcamos el ahora y la oportunidad que nos brinda para luchar por los sueños. “Si no tuviéramos este momento presente, no tendríamos oportunidad de hacer nada”. Continuar leyendo

Dinero, ¿bondad o maldad?

Vivimos en un mundo donde todo tiene un precio, desde lo más elemental hasta lo más sofisticado. El dinero no discrimina, mide todo lo material y una gran parte de lo intangible. El dinero define y controla. Por mucha espiritualidad que pretendamos impregnarle a nuestras vidas, su necesidad hace acto de presencia. Es una sombra infinita que no se despega de nosotros, lleve el nombre que lleve: dólar, peso, yen, euro, libra…

En ese complejo contexto, me pregunto: ¿El nivel de felicidad también depende del dinero? 

El cineasta Woody Allen responde muy inteligentemente: “El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que se necesita un buen especialista para verificar la diferencia”.

Allen concede al dinero su real importancia, pero deja entrever que no necesariamente es proporcional a los niveles de felicidad. Si una persona con sus necesidades básicas resueltas asciende otro escalón que le procura más dinero, experimenta felicidad. Nadie lo duda.

Sin embargo, el sentimiento sería mayor si esa misma persona nunca hubiera tenido sus exigencias básicas satisfechas. Cuando se lucha para salir de la pobreza y se consigue un triunfo que implica más dinero, el sentimiento de felicidad se acrecienta. No hay nada negativo en ello, todo lo contrario.

El dinero, visto como una fórmula para alcanzar mayor bienestar, desempeña un importante papel a la hora de conquistar los sueños. Es un estímulo, y así será mientras vivamos. Lo dañino es convertirlo en obsesión e intentar medirlo todo a través de ese prisma, incluyendo los sentimientos. En estos casos, tampoco es malo por ser dinero, sino porque los seres humanos lo convierten en obsesivo, que es un sentimiento nada virtuoso.

El dinero es perjudicial cuando nos hipnotiza, como puede deslumbrarle el poder a un tirano, o una idea a un extremista religioso. Don dinero está en todas partes. Su influencia queda fuera de cualquier discusión, pero sus niveles de bondad o maldad dependen de los seres humanos, del uso que le demos, de la manera en que salgamos en su búsqueda, de cuánto puede influir en nuestra espiritualidad.

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¿Modernos o enajenados?

Un ser humano actual y moderno no es el que corre detrás del último teléfono inteligente o se deja arrastrar por el novísimo grito de la moda, sino aquel que tiene plena conciencia de lo que es ineludible hacer ahora mismo.

El avance tecnológico ya es un factor decisivo a la hora de lograr propósitos en la vida. En estos tiempos se hace inevitable tomar conciencia de lo práctico y beneficioso que es dominar la tecnología, al menos hasta el nivel que la necesitamos. ¡Eso es ser moderno, estar actualizado!

Sin embargo, una cosa es dominar la tecnología y otra es que ella nos domine a nosotros. Si permitimos que ocurra, nos convertimos en sus esclavos, dejamos de ser nosotros mismos y, aunque parezca paradójico, nos trocamos en seres humanos ajenos al mundo real, pues nos distanciamos de la naturaleza, de la familia y hasta de nuestro propio yo interno. Cuando la tecnología nos domina, no somos más modernos, somos unos enajenados.  Continuar leyendo