Felicidad y gratitud

Ismael Cala

Un proverbio chino, cuyo propósito es resaltar el deber de ser agradecidos, reza: “Cuando bebas agua, recuerda la fuente”. La gratitud es una de las virtudes más hermosas del ser humano. No existe libro sagrado que no destaque su nobleza: la Biblia, el Corán, los textos judíos y budistas, por sólo mencionar unos pocos.

Si algo sostienen en común esas escrituras, es la necesidad de agradecer siempre a la naturaleza, a nuestros semejantes y, fundamentalmente, a Dios, por lo que recibimos a diario. Pero, sobre todas las cosas, por la vida. ¡Sólo vivir es motivo para agradecer!

La gratitud está relacionada con la felicidad. Hay quienes dicen que ser feliz es muestra de agradecimiento, pero en realidad es a la inversa. Según el monje católico benedictino David Steindl-Rast: “Es la gratitud la que nos hace felices”.

Steindl-Rast pide profesar siempre gratitud, consciente de: “Cada momento es un momento dado […] es un regalo, no lo hemos ganado, no lo conseguimos de ninguna manera, se nos otorga. Además, no tenemos asegurado que habrá otro momento como este”. Por tanto, agradezcamos el ahora y la oportunidad que nos brinda para luchar por los sueños. “Si no tuviéramos este momento presente, no tendríamos oportunidad de hacer nada”.

“Un mundo agradecido es un mundo de gente alegre”, asegura Steindl-Rast. Es sorprendente cuánto bienestar y mutua alegría genera un gesto de agradecimiento o la sencilla palabra “gracias”, pronunciada con sinceridad, a quien nos brinda su apoyo material o espiritual sin esperar nada a cambio. Servir y agradecer son virtudes que alinean a los seres humanos, solamente superadas por el sentimiento del amor cuando es correspondido.

A Dios le mostramos agradecimiento orando y reconociendo su grandeza; a la naturaleza, cuidándola, sumergiéndonos y disfrutándola; a nuestros semejantes, con gestos sencillos y frases sinceras, preferiblemente de manera personal y hasta por escrito.

No dudemos en hacer público nuestro agradecimiento y utilizar incluso las redes sociales. Es loable hacerlo en estos momentos, cuando la espiritualidad a veces escasea y el hombre realiza acciones nada dignas de ser agradecidas, como las guerras y la destrucción del medio ambiente.

En este mundo, los seres humanos de bien, que somos la mayoría, estamos obligados a obrar siempre por el bienestar de los demás, persuadidos de que podemos olvidar cuando servimos, pero nunca cuando nos sirven a nosotros.