En las PASO se hizo visible el proceso de estancamiento y retroceso del kirchnerismo tanto en cuanto forma de construcción política como en cuanto orientación general de la política económica. Los problemas concretos que hoy emergen como la inflación, la escasez de divisas, el colapso en el sistema de transporte o la precarización laboral, son síntomas de problemas estructurales que no se han encarado decididamente. Pero lo que explica el revés político no son los problemas en sí, sino la percepción de que el gobierno no ofrece explicaciones, respuestas ni convocatorias a la población a dar una pelea para avanzar sobre quienes generan estos problemas, a saber, el poder económico concentrado. En lugar de esto, nos convoca a “defender lo que se hizo hasta ahora”.
La derecha golpea por distintas vías. Algunas tienen que ver con deficiencias reales del gobierno, como los casos de corrupción de funcionarios de primer nivel. Otras se construyen en batallas contra un supuesto avance autoritario frente al que se convoca a defender las “libertades civiles” y el “funcionamiento de la república”. Otra vez, el gobierno opta por no convocar a la población ni plantear medidas de fondo. Todos estos ingredientes confluyen en un escenario de cambio de ciclo; en el debilitamiento de una fuerza política, que si bien sigue siendo la primera minoría a nivel nacional y probablemente la estructura más importante, ha encontrado problemas serios para hacer confluir voluntades cuando de la épica que miraba hacia el corto plazo se pasa a un menos atractivo llamado a defender lo logrado.